«A la quincuagésima va la vencida. Que sí, que este Sonic va a ser weno, weno. Que el erizo va a recuperar la gloria de tiempos pasados. De verdad de la buena. Palabrita del Sonic Team». Nadie ha dicho nunca estas palabras, al menos no literalmente, pero ese es en esencia el mensaje que Sega ha venido repitiendo con insistencia desde hace varios años con cada nuevo juego de la franquicia que veía la luz.
Nuevo Sonic, nuevas promesas. Era complicado darles credibilidad. A pesar de que Sonic nunca ha dejado de vender razonablemente bien, los fans más acérrimos han vivido demasiadas decepciones como para tener fe. Con todo, Sonic Generations apuntaba buenas maneras. Ahora, con el juego ya disponible para varias plataformas, podemos decir que esta vez Sega ha cumplido, al menos en parte.
Sonic Generations no es el juego que va a devolver al erizo a lo más alto ni marcará un hito en la historia de los videojuegos (especialmente cuando su estreno ha coincidido con una avalancha de titulazos), pero sí que llegará a la mayoría de los seguidores del personaje. La aventura no es excelente pero sí buena y, aún más importante, está construida desde el cariño. Como dije en el post sobre Batman Arkham City, se nota cuando algo está hecho con amor y, como bien apuntó Ermaking en los comentarios de ese mismo artículo, Sonic Generations rebosa afecto.
Sega ha sabido aprovechar sus recursos para explotar el potencial actual de Sonic administrándole las dosis de nostalgia justas. El resultado es una nueva historia sobre viajes espacio-temporales que ocasiona el encuentro entre el Sonic regordete de los primeros juegos de la serie y su versión más moderna y estilizada.
Con ambos personajes recorremos algunos de los escenarios más emblemáticos de la historia de Sonic. El primero, como no podía ser de otra forma, es Green Hill. Tras él hay ocho más. Nueve mundos que, para ser sincero, tal ve se quedan un poco cortos. Cada uno de ellos se juega con dos estilos diferentes: el avance lateral 2D típico del Sonic clásico y el desarrollo 3D más propio de los últimos juegos del héroe. En mi opinión, es un acierto el haber intentado apelar al espíritu original de Sonic sin renegar del trabajo de los últimos años.
Hay quien dice que Sega debería haber arriesgado más, que Sonic se merecía algo más rompedor para celebrar su vigésimo aniversario. Me ha sorprendido especialmente la opinión de un buen amigo, el mayor fan de Sonic (y de Sega) que conozco. No le ha gustado el juego. Según él, no tiene ningún interés volver a jugar las mismas pantallas que ya se ha pasado mil veces.
En mi opinión, la banda sonora, la elección de los decorados, los cameos, los guiños a otros juegos del erizo y el respeto a la franquicia que inunda toda la aventura ya son motivo más que suficiente para reconocer el mimo con el que se ha tratado a Sonic y para valorar el esfuerzo de los desarrolladores.
Se puede mejorar, sí, pero si va a haber más juegos de Sonic (que los habrá y muchos) no está mal que este quede como referencia de calidad más próxima.