Hoy os voy a dar un poquito de envidia, pero creo que la ocasión lo merece. Una de las tareas habituales de los periodistas especializados en videojuegos consiste en asistir a las presentaciones de nuevos lanzamientos.

En ocasiones resultan un auténtico tostón poco o nada interesante, pero eso se compensa con algunos eventos realmente espectaculares en los que las compañías ponen mucho mimo y dedicación.

Como ya os comenté, el lunes estuve en la fiesta de Microsoft, muy buena. Ayer fui a una de Activision, a la presentación de 007: Quantum of Solace, el videojuego basado en la próxima película del James Bond de Daniel Craig.

Pues bien, ésta fue una de las convocatorias más divertidas y originales a las que he acudido en mucho tiempo. Por una noche, Activision convirtió la sala MOMA de Madrid en una fiesta al más puro estilo Bond, con caballeros trajeados y damas con vestidos de gala.

El centro de la sala estaba ocupado por un impresionante Aston Martin igual al del implacable agente 007, una de las barras estaba destinada a cócteles y entre los canapés había una mesa donde encontré el amor. El amor tenía forma de fuente de chocolate y estaba rodeado de frutas y dulces para empapar en esa deliciosa sustancia. Todo muy Bond, todo salvo la tortilla de patata, pero estaba tan buena que se perdona.

Pero aún había más. A la entrada nos dieron a cada uno de los asistentes un fajo de billetes, en plan Monopoly, que podíamos cambiar por fichas para jugar en una ruleta o en una mesa de blackjack. El objetivo: ganar el suficiente «dinero Bond» para adquirir uno de los muchos premios que estaban en juego.

He de decir que mi experiencia en casinos era cero y que mi suerte con los juegos de azar puede expresarse con la misma cifra, así que no es de extrañar que me quedase sin dinero en un abrir y cerrar de ojos. Pero la aventura mereció la pena: dada mi citada inexperiencia decidí hacer equipo con un buen colega de Meristation, un tipo genial que me demostró ser todo un maestro en esto del juego.

A base de varias y exitosas apuestas fuertes en la ruleta conseguimos (consiguió, todo el mérito fue suyo) trescientos y pico «dólares». El primer premio, el que buscábamos, costaba quinientos. Perdimos una vez y nos quedamos con doscientos cincuenta. ¿El siguiente movimiento? Apostarlo todo en una jugada de cincuenta por ciento, doble o nada, el premio o a casa… Ya sabéis que fue «a casa», pero el buen rato que pasamos no nos lo quita nadie.

En cuanto a lo que vimos de 007: Quantum of Solace, aún no puedo decir ni mostrar detalles (las pantallas que ilustran este texto se hicieron públicas en Leipzig). Simplemente me limitaré a comentar que tiene una pinta excepcional y que parece que las buenas críticas que ya está cosechando son bien merecidas. Lo digo totalmente en serio, prometo que el chocolate no ha influido para nada en mi opinión.

Lo cierto es que Activision se lo curra mucho con esto de los eventos. Ya en el pasado han hecho cosas tan curiosas como organizar partidas de paintball o saltos en paracaídas para promocionar Call of Duty.

Dicho esto, os aseguro que pocas veces las presentaciones son así, que casi siempre el protagonista de estos eventos no es un videojuego ni una barra de bar ni un pincho de tortilla sino un soporífero y tedioso discurso sin más.

En esta ocasión, me parecía justo reconocer el esfuerzo de la gente de Activision por intentar mostrar su producto de forma atractiva. Los videojuegos no sólo tienen que ser buenos, también hay que saber venderlos.