He contado en bastantes ocasiones que los shooters nunca han sido uno de mis géneros predilectos. No me producían tanto desinterés como los juegos deportivos, pero he pasado años sin pillarles el punto. Doom, Hexen, Quake y otros títulos similares no me parecían atractivos. Sólo Duke Nukem consiguió que le echara horas a la acción en perspectiva subjetiva. Sin embargo, en los últimos años ha cambiado bastante el cuento.
Los shooters de hoy, pese a beber de clásicos como Wolfenstein, Medal of Honor o Call of Duty, ofrecen una serie de características que los hacen mucho más atractivos a profanos como un servidor. Para empezar, la variedad es muy superior (al menos aparentemente) a la de los shooters antiguos, tanto en situaciones y posibilidades de acción como en entornos y argumentos. Después está el prodigiosa tecnología actual que, si va unida a una buena calidad narrativa, lleva a los videojuegos a un nivel de espectáculo cinematográfico.
De este modo, franquicias como Killzone, Resistance, Bioshock o Modern Warfare han contribuido a reconciliarme con el género. Es más, en mi afán de conocer y probarlo todo, hace ya un par de años (quizá más) comencé a pasarme clásicos imprescindibles como Half-Life que no jugué en su día. Poco a poco, mi gusto por los juegos de acción subjetiva se ha ido acrecentando y, en este momento, muchos de ellos forman parte de mi lista de «títulos a los que más me apetece jugar» (algo impensable hace años).
Ahora mismo, dos shooters perturban mi alma. Uno de ellos es lógicamente Call of Duty: Modern Warfare 3, la última entrega de la saga que supuso un soplo de aire fresco para el género (o al menos para el subgénero de la acción bélica en primera persona). Si bien ya no sorprende tanto como los Modern Warfare previos y está recibiendo bastantes críticas negativas debido a su cortísimo modo campaña, es indudable que lo que hay divierte y emociona.
Desde que tuvo lugar la original presentación de MW3 (muy en la línea de todo lo que suele hacer Activision), tan sólo he podido echarle algo más de media horita al juego. Por supuesto, aunque hubiera tenido más tiempo, no habría jugado mucho más, puesto que quebrantaría una de mis leyes divinas: no completar jamás un juego sin haber completado antes todos sus capítulos previos. Correcto, pese a haber jugado a MW y MW2, no llegué a terminar ninguno de los dos (admiro a los que sacan tiempo para pasárselo todo).
El segundo shooter que me tienta es Halo: Combat Evolved Anniversary, la revisión del Halo original. Aquí el motivo del interés es diferente. Nunca me llamó la atención Halo. Ni una pizca. Apenas he jugado a esta saga. Los he probado todos, pero a ninguno más de diez o quince minutos. Me fascina la pasión, el fenómeno fan que ha despertado este juego. ¿Qué ve la gente en él que yo soy incapaz de ver? Eso es precisamente lo que me atrae, lo que me incita a jugar a este remake. Puesto que me gusta empezar todo por el principio y este Combat Envolved acaba de ver la luz, no se me ocurre mejor momento para darle una oportunidad a la franquicia.
¿Halo o Modern Warfare 3? Probablemente ninguno de los dos, al menos hasta navidades.