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Dark Souls, nadie dijo que cazar almas fuera una tarea sencilla

En una época en la que los jugadores tradicionales solemos quejarnos de lo facilones que son los videojuegos actuales, llega From Software y nos lanza a la cara Dark Souls, una maravilla para algunos, una pesadilla para otros y ambas cosas al mismo tiempo para la mayoría puesto que su gran dificultad es al mismo tiempo su gran atractivo.

Continuación espiritual de Demon’s Soul, un título exclusivo de PlayStation 3 al que nunca jugué, este Dark Souls es un RPG de acción multiplataforma (ha salido en PS3 y Xbox 360) que comienza con un par de puntos que me predisponen en su contra. Primero, su estética no me llama nada la atención, y segundo, nada más comenzar se nos propone crear a nuestro héroe.

Es sólo una manía, pero con los avatares creados siempre hecho en falta algo de carisma y personalidad que suelen tener (o al menos lo intentan) los héroes predeterminados. Sé que en realidad lo que cuenta en estos juegos es el rollo de la personalización y la idea de que el personaje en realidad somos nosotros, pero no me acaba de enganchar.

Sin embargo mis «peros», además de ser poco relevantes, se quedan aquí. Los puntos fuertes comienzan con la dificultad, que puede ser infernal para muchos jugadores, pero que ofrece las mejores gratificaciones en forma de satisfacción por los logros superados y una constante sensación de aprendizaje a base de fallos. Todo aquel que supere el umbral de la frustración se verá ampliamente recompensado.

El elevado nivel de dificultad es un obstáculo que se convierte en virtud en base a otro de los puntos fuertes de Dark Souls: la espantosa libertad. Tenemos la posibilidad de crear el personaje que deseemos a partir de múltiples variables. De inicio podremos elegir un guerrero, un cazador, un mago… pero luego podremos ir modificando sus atributos obteniendo almas, equipando armas y armaduras, realizando pactos con otros personajes…

Pero la libertad va mucho más allá de la personalización del héroe. El inmenso mapa está abierto y podemos ir allá donde nos plazca. El gran problema es que a menudo nos toparemos con retos insuperables o aparentemente insuperables. La precaución y la paciencia se convertirán en las dos mejores aliadas a la hora de adentrarnos en parajes habitados por seres monstruosos que pueden acabar con nosotros con una llamarada, un golpe contundente o un par de estocadas.

Si la complicación de los combates fuese fruto de un mal control, el juego no habría por dónde cogerlo. Afortunadamente no es así. El manejo del héroes es sencillo y ofrece muchas posibilidades: ataques con armas pesadas y ligeras, lanzamiento de hechizos, contraataques, fintas, maniobras defensivas… La clave está en descubrir los patrones del enemigo y administrar bien nuestras fuerzas, ya que todos y cada uno de los movimientos que hacemos reduce la barra de energía y, en caso de que ésta se vacíe, la barra de vida no durará mucho más.

Quizás la ayuda más generosa que ofrece Dark Souls, la única alma luminosa entre tanta alma oscura, está oculta en las funciones en línea del juego. Se trata de la posibilidad de crear en los escenarios indicaciones que ayuden (o despisten, si lo que tienes es mala baba) a los jugadores que pasarán por allí en el futuro. Se puede, por ejemplo, señalar rutas o puntos en los que se ha muerto a modo de advertencia.

También existen las alianzas altruistas y espontáneas que surgen entre dos jugadores que coinciden en un punto y que se unen para derrotar a un determinado enemigo o grupo de enemigos que por separado es muy complicado derrotar.

Dark Souls es grande, intenso, muy difícil y sobre todo incomparable (salvo con su predecesor), que es algo muy de agradecer en la era de las secuelas y los remakes.