No lo puedo negar, como miles de personas en todo el mundo, sigo enganchado a Candy Crush, el diabólico puzle de caramelitos que se ha popularizado gracias a Facebook y los smartphones. Pero, ¿por qué no dejo de jugarlo?, ¿por qué no dedico mi tiempo a otras actividades más productivas o, al menos, más interesantes? Hay muchos motivos por los que no debería seguir jugando a Candy Crush. Aquí van los cinco más importantes:
1. Demasiada importancia del factor suerte: Salvo excepciones (algunos minijuegos de Mario Party, por ejemplo), no soporto los videojuegos (ni los juegos de mesa) en los que la suerte tiene más peso que la habilidad y, por desgracia, esto pasa en demasiados niveles de Candy Crush.
En ocasiones, el problema es que el juego no te da opciones, ya que tan sólo te ofrece una posible combinación que automáticamente genera otra y así sucesivamente, manteniéndonos siempre alejados del objetivo que buscamos y haciéndonos perder movimientos. Otras veces, las peores, la desgracia es consecuencia de un mal diseño de niveles que limita tanto nuestras posibilidades de maniobra que la única esperanza de éxito radica en el azar.
2. Molesto a mis amigos: Sí, soy culpable. Yo soy uno de los muchos que han fastidiado a sus contactos de Facebook con las notificaciones de Candy Crush: «Fulano se ha pasado tal nivel», «Mengano ha conseguido un booster«, «Zutano te pide una vida»… Lo siento, lo siento mucho. Tardé meses y meses en desactivar el envío de notificaciones automático, pero es que los tíos listos de King se empeñan en hacerlo complicado. Es difícil no acabar enviando por error más de dos y de tres solicitudes. Entiendo que aquellos que las reciben acaben hasta las narices. Yo mismo me harté de ellas en los tiempos de Farmville.
3. Te vuelves maleducado: Siempre he tenido muchísimo cuidado de no acabar convertido en uno de esos zombis que no pueden dejar de mirar el teléfono incluso cuando están con otras personas. En grupo es muy molesto, pero cuando sólo son dos personas, se trata de mala educación extrema. Un mensaje de Whatsapp, una llamada, una consulta de algo puntual, es aceptable. Poco más de eso, resulta intolerable. Pues bien, yo me he sorprendido a mí mismo echando una partida a Candy Crush en situaciones de interacción social. Después, claro, me he odiado a mí mismo durante varios días. No quiero que vuelva a suceder algo así y tampoco quiero sentir la frustración que produce quedarse sin vidas ni recurrir (como hacen muchos) a adelantar el reloj del teléfono para conseguir más).
4. Hay opciones mucho mejores: El puzle de King ni es original ni es lo mejor que se puede encontrar ahora mismo para teléfonos móviles. Hay multitud de rompecabezas de calidad similar o incluso superior (Cut the Rope, Flow o incluso Tetris), juegos mucho más interesantes como la saga Clear Vision (en la que hacemos de francotirador), el peculiar título de estrategia Rymdkapsel, la secuela del genial Plantas vs. Zombies, clásicos como The Secret of Monkey Island, creaciones tan peculiares y atractivas como The Room y Game Dev Story y producciones de gran nivel como Dead Trigger, Real Racing 3 y GTA: San Andreas. Opciones tengo.
5. Leo muchísimo menos: Este es el motivo más personal de todos. No debería jugar a Candy Crush porque desde que lo hago, leo muchísimo menos. Siempre he leído mucho. Los trayectos en el metro, de casa al trabajo y del trabajo a casa, me han servido para leer multitud de libros a lo largo de los años. Me encantaba, era un placer, una actividad reconfortante y enriquecedora. Desde que los caramelos virtuales han entrado en mi vida, los libros casi han desaparecido de ella. Es imperdonable. Tengo que recuperar ese sano hábito. Creo que voy a desinstalar el juego.
Y a pesar de todo esto, hay un motivo por que juego, supongo que el mismo por el que juega casi todo el mundo, incluidas señoras que no sabrán ni lo que significa la palabra «consola»: es adictivo. Lo malo es que ese componente de adicción se agrava en mi caso dado mi ímpetu completista. Siempre tengo que terminar todo lo que empiezo, a ser posible al cien por cien.
Dada la cantidad de juegos que hay a mi alcance y los inmensamente grandes que son, hace mucho que desistí a lograr ese extremo (en el propio Candy Crush ya ni siquiera aspiro a las tres estrellas en todas las fases), pero es que sólo con el reto de completar todos los niveles ya puedes contar con perder horas y horas de tu vida durante meses.
¡Voy a intentar desengancharme de Candy Crush!
PD. El tráiler honesto del juego, que podéis ver un poco más arriba, es impagable ^_^