Algo le está pasando a Rovio. No, no se están quedando sin ideas, muchos de sus últimos Angry Birds ofrecen planteamientos interesantes, pero la política free to play que les ayudó a llegar hasta donde están ha empezado a deteriorarse a causa de molestos paywalls. Es decir, o pagas o no avanzas en el juego. Pasa en Stella, pasa en Epic y, en menor medida, en Go!
Vale, en realidad suele haber una posibilidad de avanzar sin soltar ni un euro, pero cada vez requiere más tiempo y esfuerzo. Y hablo de unos niveles de exigencia nada razonables que transmiten la sensación de que la única forma de seguir adelante es vaciar la billetera.
Entiendo que el modelo de los primeros Angry Birds, en los que pagar tan sólo servía para eliminar la publicidad, era insuficiente como modelo de negocio. Los micropagos eran el siguiente paso lógico. Pero después de más de una docena de juegos, una serie de televisión, merchandising para parar un tren y una película en camino, parece que a la compañía le está pudiendo la avaricia.
Agry Birds fue un acierto, Space usó la gravedad para darle una interesante vuelta de tuerca al concepto, los dos Star Wars demostraron ser sendas cartas de amor a los Jedis y su universo, Bad Piggies supuso su momento de gloria para los malvados cerdos gracias a una mecánica de lo más original…
El problema comenzó con Angry Birds Go!. Cambio de género. Bien. Carreras de karts. Bien. Diseño notable. Genial. Sin multijugador. Mal. Y con límites de energía que te obligan a esperar a que se recargue para seguir jugando o pagar. Mal. Vale, es lo mismo que sucede con las vidas de Candy Crush y, aunque rompe el ritmo, es aceptable, pero es que la cosa va a peor.
En el más reciente título de la franquicia, Angry Birds Stella, protagonizado por la pajarilla rosa, nos encontramos con una mecánica muy clásica en la que tan sólo destacan los potenciadores. Vale, no es el juego más original, pero tiene su gracia. Lo malo es que llegado a cierto punto, aparecen unos muros de pago casi literales, unas bombas de humo que sólo desaparecen si pasamos por caja o si esperamos una considerable cantidad de horas. También es posible superar los obstáculos usando monedas del juego, pero es complicadísimo reunir las necesarias.
Más indignante es lo de Angry Birds Epic. La idea de un RPG protagonizado por los pajarillos de Rovio me parecía de lo más divertida, pero según fui avanzando en el juego me fui dando cuenta de que el resultado no hacía justicia al plateamiento. Es muy bonito, sí, pero es repetitivo hasta el hartazgo. Ofrece escasísimas posibilidades y, como ya he avanzado antes, llega un punto en el que la dificultad se dispara y el juego se convierte en un suplicio si no pagas. De hecho, dejé de jugarlo, ya que no encontraba la manera de seguir progresando sin invertir horas y horas farmeando e intentando subir de nivel.
¡Ah, sí! Había otra opción, pagar cada dos por tres. No gracias, Rovio, ni que tuvieras que andar pidiendo limosna.