Mi relación con Animal Crossing comenzó allá en los tiempos de GameCube y no precisamente como un idilio amoroso. Prometo que le di oportunidades a pares, pero no fui capaz de averiguar cuál era ese secreto que hizo que miles de nintenderos adorasen la propuesta. Más allá de la gracia del reloj interno del juego, que lo convertían un mundo persistente con sus días y sus noches, sus estaciones y sus festividades en fechas concretas, Animal Crossing me parecía muy limitado.
¿Coleccionar fósiles, peces e insectos?, ¿decorar la casa?, ¿hablar con los NPCs vecinos?, ¿recoger nabos? Al principio tenía su gracia eso de vivir la vida según le apeteciera a uno, pero las posibilidades me parecían muy limitadas y actividades como plantar árboles y recoger fruta no tardaron en perder interés.
Con cada nueva entrega, Nintendo mantenía la esencia de Animal Crossing pero añadiendo siempre algún pequeño detalle que ampliaba y mejoraba la experiencia. Sin embargo, no ha sido hasta la última entrega, Animal Crossing: New Leaf para Nintendo 3DS, cuando he descubierto la magia oculta tras esta peculiar franquicia.
A diferencia de lo que me sucedía en GameCube, aquí nunca he tenido la sensación de que las acciones fueran escasas. De hecho, si no tenemos mucho tiempo para jugar, es fácil estresarse con la cantidad de tareas que debemos y queremos hacer cada vez que nos conectamos. Como alcaldes de nuestro propio pueblo tenemos muchas tareas que cumplir y como ciudadanos, aún más.
Podemos poner en marcha proyectos municipales que mejoren la aldea (construir puentes, bancos, farolas…), realizar ordenanzas (para que el pueblo genere más dinero, para que las tiendas cierren más tarde…), visitar una isla paradisíaca en la que participar en minijuegos y cazar insectos y peces exóticos… El número de elementos por conseguir, desde animales y frutas a muebles y obras de arte, es elevadísimo, las posibilidades de personalización del personaje y de la casa también son mayores que en las entregas precedentes y los acontecimientos puntuales (personajes que llegan a la aldea, fiestas, cumpleaños, sucesos estacionales…) aportan variedad y sorpresa al desarrollo.
Merecen una mención especial los diálogos y comentarios (todos los textos están en castellano), que a menudo oscilan entre lo cómico y lo surrealista, desde los pareados que recita el personaje cuando logramos una pesca exitosa a las cancioncillas del barquero que nos lleva a la isla Tortimer.
Aunque el verdadero atractivo de Animal Crossing: New Leaf es, sin duda, el juego online, la posibilidad de conectarse con otros jugadores, visitar sus pueblos, intercambiar objetos, ayudarse mutuamente y disfrutar juntos. Es decir, la clave es poder llegar a formar una comunidad Animal Crossing. A pesar de que el juego no verá la luz hasta el próximo 14 de junio, yo ya he tenido la oportunidad de experimentar, junto a otros periodistas, lo mucho que el componente multijugador aporta a la aventura de crear y vivir en tu propio pequeño pueblo portátil.
Aquí no hay enemigos, no hay niveles de dificultad, no hay más misiones que las que cada uno quiera asumir y no hay final alguno. Animal Crossing: New Leaf es una experiencia para jugadores sin complejos a los que les apetezca probar algo diferente y, a poder ser, con amigos.
Qué ganas le tengo. Anda que no eché horas al de NDS y al de Wii… y supongo que éste no será menos.
06 junio 2013 | 19:39
Lo acabo de reservar la verdad es que jugué mucho al de Wii y DS y por las críticas veo que han podido mejorar la experiencia.
Lo que no me ha quedado claro es si podremos hablar por el micro de la 3DS o tendremos que ponernos unos cascos para poder hablar con los visitantes que invitemos a nuestro pueblo.
¡Bueno ya queda poco!
12 junio 2013 | 11:08