Ante la corrupción que no deja hueco sin emponzoñar se hace cada minuto más difícil votar. El binomio simétrico está atrapado en el lodo, y es difícil saber dónde hay algo o alguien intacto.
Los minutos hasta el momento de poner las urnas –si es que llega– se van a hacer eternos. No queda un palmo de terreno sin expoliar, explotar, agiotizar, revender…
La desesperación ante un crack más o menos anunciado ha forzado a los políticos a reventar el sistema o lo que quedaba de él, que quizá no quedaba nada más que una ensoñación compartida, un espejismo o un voluntarismo para no reconocer los hechos que se acumulan y cuya gravedad aumenta exponencialmente.
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La reacción a las últimas revelaciones puede ser descomunal. A ver.