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El big data del alma

O la vida no nos da para más

El Nobel ha rehabilitado al rey emérito invitándolo a su entrada en la Academia Francesa y el emérito ha rehabiltado al Nobel en su contencioso con la casa real isabelina elevándolo al trono emerital, a lo que ha respondido la casa real isabelina en su boe, el ¡Hola!, con lo que el litigio celebérrimo queda en empate hasta nueva entrega y estas declamaciones nos alivian de los sinsabores de la época que son (aprox): el paso del tiempo con su daga, las guerras y hambrunas, los terremotos y sus devastaciones y, en en mejor de los casos, en pleno lujo bonvivante, el no saber.

Todo nos conlleva al fabuloso decasílabo:

O la vida no nos da para más

Si somos de combustión o eléctricas o híbridas.

Por lo demás esperamos nuevos episodios de la boda inglesa en su regia sosez solo paliada por las ampliaciones tabloidales de las memorias de Harry, único vástago capaz de dar realce al desvaído placebo carlino.

Lo popular maorí se ha uniglobalizado y el espectáculo debordiano –también denigrado por el Nobel en un ensayo–, discurre en la luz tanatorial de los templos comerciales donde no hay dónde sentarse un minuto sin pagar, lo popular local aspira a la unesco –navatas y campanas– para salir del vacío de tantos olvidos y que ensanchen por fin esa carretera.

Estas mutaciones antropocénicas (de las cenas), nos abocan a contar y comprar las cuitas, amargorios, resquemores y doloraciones que son un genérico universal.

La conciencia de ser vigilados aumenta más que la conciencia básica, y una entrevista a un historiador en eldiario.es exalta este fantástico titular: “El Gobierno de Estados Unidos crea tantos secretos que ya no puede llevar la cuenta de todos”.

Por eso se llevan los presis los secretos a casa. Para repasarlos en familia.

 

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