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Paseos culturales por el monte

Hemos ido a pasear por el monte con unos expertos en ver restos de épocas antiguas y hemos pasado un rato estupendo identificando ruinas en montículos y alcores que en principio no nos decían nada. Lagares, restos de murallas, trozos de calzada romana, habitaciones, lagares, depósitos, parideras. Algunas romanas, del siglo II, otras medievales, y nos han explicado en cada caso cómo se sabe o se deduce qué es cada cosa y qué significa.

Gentes del campo que se saben todo de las tierras y las labores y el tiempo y el riego y las herramientas pero que apenas habían oído nombrar vagamente que aquí oen tal finca o ese altozano hubo en tiempos un pueblo o una especie de castillo. A veces la tradición oral da pistas, otras se interrumpe y pasan generaciones sin transmitir la información, que es la vida de los antepasados, o los que estuvieron antes por estos parajes torturados y roturados.

Desde los campos se puede saber qué hubo en ese promontorio donde se alza una roca de formas cuadradas. Cuando lo explican lo ves, y hasta entonces solo había sido una referencia para orientarse, no significaba nada. Y sin embargo es una pequeña ciudad, y hay trozos de cerámica por el suelo, sin removerlo, que los expertos saben a qué siglo corresponde.

Los que saben hablan de parajes, un convento de monjas que en el XVIII aun estaba funcionando y que fue largamente expoliado desde los años sesenta por buscadores de tesoros. Y cuentan que también se llevaron los sillares, magníficamente tallados, de la iglesia, que así se fue cayendo. Y que tal torre que está en aquel altozano en el horizonte dominaba ese lado del barranco. Al final del recorrido te emocionas. Y cuando cede la luz y volvemos a los coches aun señalan en un sembrado donde ya nace el trigo un trozo de piedra roja que aquellos que vivieron aquí antes usaban para afilar las herramientas.

También vemos desde lejos las famosas ruinas de un asentamiento ibérico y luego poblado medieval que fue expoliado durante medio siglo y aun impresiona lo bien que ajustan los sillares y el severo dominio que esos restos de edificios sagrados ejercen sobre el entorno. Solo quedan vagas leyendas, rumores que apagan los siglos. Se han erosionado antes las leyendas, o las verdades, que las piedras.

Un buen paseo por el monte y los campos con expertos ayuda a valorar los siglos, los milenios. En ese campo hay un asentamiento del bronce, dice uno de los expertos, y explica cómo lo supo.

Ha cedido la luz de diciembre, acaba el año otro, cruzamos trochas y barrancos embarrados donde hace pocas horas que se ha levantado la niebla. A media hora de tres ciudades unos estudiosos nos enseñan a ver evidencias de civilizaciones remotas que aprovecharon esta geografía, vivieron en estos montes, acuñaron monedas o comerciaron con ellas, forjaron espadas y aperos, cocieron vasijas y recipientes, y antes tallaron puntas de flecha y de lanza con las que a veces tropezamos sin darnos cuenta de lo que son.

 

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