Y con esta miniserie sobre las cosas y el alma, la logística de la materia y el amor (y el fin del mundo) se pasa la semana de la ONU y el CC (cambio climático).
Por la aceleración y la avidez de ver, gracias al avance las ciencias, el fin del mundo (que quizá imaginamos como fuegos artificiales o simple sueño eterno con sus insomnios), empujamos al pobre tiempo/espacio que nos correspondía (o que nos inventamos, mejor esto que el ciego destino).
Todo resumen contradice o rebate lo resumido.
Vivimos en un seudouniverso (quizá virtual, o virtual sin más) que inventamos cada milésima, nuestros cerebros, prodigiosos chispeantes desconocidos, nos proporcionan estas realidades y, lo que es mejor, la magia de compartirlas en parte: creemos que estamos en el mismo mundo.
El esfuerzo por mantener en marcha este magma común, esta fabulosa ensoñación, nos agota como especie y de paso agota el planeta, que no existiría si no lo sostuviéramos a pulso (el universo es todo social, en nuestros mejores momentos luchamos por armonizar partículas ególatras).
Y por eso el CC es tan difícil de combatir.
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