Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Putin saca lo peor de cada cual

Está la cosa durilla. El que trabaja está agotado. Muerta a primera hora del viernes. Destroy.

De ahí abajo ninguno sobrevive al miércoles, al lunes, a nunca.

Eso en el primer mundo, o lo que va quedando del sueño aquel. Solo es primer mundo porque los otros ya ni existen, solo mueren. Premuertos viendo series de zombis, vivos muertos.

Las únicas series creíbles son de metafísica, de las otras postvidas más allá de esta. No era el mejor momento para extirpar la filosofía, pero ya está todo tan arrasado que refunfuñar por ese fleco es casi un lujo.

Lujos de los primeros mundos residuales, que vuelven a matricular alumnos para el curso que viene: hay esperanza.

La gente está muy destroy, estamos fatal. En cualquier ocasión en que es posible contar lo que pasa por dentro, salen todos los demonios, fantasmas, horrores.

Esta última matanza de hoy en una estación de Ucrania es un mazazo al que no vamos a sobrevivir: Putin nos lleva a lo peor, a querer anrolarnos en hazañas suicidas, en desear que venga Zumosol de USA y tire en el Kremlin todo lo que tenga, y que se hunda de una vez el mundo.

Pero hay que aguantar un poco más.

La locura homicida se contagia y se apodera de todo. Los países próximos a Rusia están temblando, los del norte, Polonia, las antiguas repúblicas de la URSS, se ven venir lo peor, lluvia de misiles a lo loco.

Estamos perdidos, entre la locura y el horror. Entre que nos maten o matarnos.

Pero hay que seguir, hay que matricularse, hay que apagar las luces y rezar e intentar dormir un poco a pelo, sin doparse más de la cuenta. Si hay cama, cartones, vida.

¿Cuánto soportará China ser aliada o cómplice de un genocida como Putin?

 

 

 

 

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