Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Traición interior a ratos

Me identifico con las premisas y las consignas y la info de mi bando. Los colores de mi equipo.

Pero a veces echo un vistazo a las del otro bando, al equipo rival.

Un poco por variar, y porque mo bando/equipo pasa de mí. Solo me llama para exprimirme y amenazarme. COn ciertos modales, formularios, mensajes tremendos, ultimátums…

Así que a veces me resulta difícil creerme las consignas, informaciones y premisas de mi bando, que es el bueno, o el menos malo, pero me machaca. En el mejor de los casos, me ignora. Por poco tiempo. Enseguida promulga leyes o decretos o dictados llenos de amenazas, a menudo incomprensibles… para tratar con las densas y múkltiples jerarquías de mi bando, mi equipo, necesito recurrir a profesionales, expertos…

Eso explicaría que a veces me pase de bando, al menos en modo teórico, diletando en la intimidad. El pensamiento no delinque, aunque es posible que eso también haya sido regulado. No puedo seguir las profusas legislaciones que emite mi bando.

Esto explicaría que surjan populismos y nacionalismos y toda clase de extremismos tremebundos. Obvio que no solucionan nada, al revés, lo estropean todo más, pero pueden ser un desahogo… aparente, momentáneo… Peligroso todo.

A veces en la intimidad me salgo del bando propio y me duermo en la dulce traición epistémica, o analógica, no sé.

En ese sentido las guerras de cercanías sirven para hacer piña/pifia, o sea, el que se salga un milímetro de la raya conceptual, de la caja de lo posible (que cabe en este paréntesis), se le fusila o se le extradita (o se le intradita) y a otra cosa. Las guerras,en ese sentido, fuerzan la paz… a tiros, pero.

Típica ida de olla de martes a medio formatear de la muerte amén.

 

 

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