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El big data del alma

«Emily in Paris», serie mágica que te vacía la cabeza

La serie de Netflix Emily in Paris es lo que es, no hay más. Es la superficie veloz y llena de colores que te vacía la cabeza de TODO y te permite, quizá, ir a dormir. Es una serie infalible, y por esas virtudes, m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-a.

Te montas en la pantalla y te dejas llevar, no hay uni un roce, ni una fricción, ni un pensamiento. Es casi imposible establecer por descuido una asociación, despistarse, recaer en tu… ex vida.

Vista así, como producto farmacéutico ¡y sin receta! es un prodigio. Ni prozac, ni somníferos, ni homeopatías…

Ni ciencia ni superstición… es una serie. Lo ha conseguido. Va sola, entra sola y sale sola, te deja levemente destroy, cerebro lixiviado, vacío, con cero co2 y cero metano. Los pensamientos, a ciertas horas, son puro metano.

Tu cerebro es una macrogranja, una macroganga, un vertedero tóxico ilegal de residuos nucleares… Hay que centrifugarlo con algo, algo que no te impida dormir, ni seguir rulando al día o al rato siguiente… la vida sigue después de EiP como si nada. Mejor que nada.

La superficie, los colores, los vestidos, las vistas de París (a veces Saint Tropez), no hay nada absolutamente nada que recordar o que comentar, la apología de Instagram se desliza por tu confuso epigenoma y te deja en cero cero cero cero.

Qué maravilla. Como decía Andrés Montes: La vida puede ser maravillosa.

Por lo demás la actriz tiene las cejas como Frida Khalo, así que es una reencarnación de la mayor musa y máximo icono mundial de este año 22 pC pandemónico. Sólo por eso, por resucitar un poco a Frida Khalo, ya merece todo. Aparte que es una serie etérea, ethereum, livianísima… mero espíritu vacío y colores.

Notas mentales inservibles

Un microError antiquísimo produce un desastre años después. Una vida. Un genoma revirado, un clavo, mi reino por una herradura, Shakespeare. Las junta de las losetas del Challenger… BUM!

Y así todo.

Macrogranjas de cerdos modificados para crear corazones para humanos

En Kazajistán, igual que en Cuba, las armas imponen la calma. Para el resumen del año, si es que existen, queda la frase: Disparen a matar. He dado orden de disparar a matar a los manifestantes. Napoleón lo hizo el principio de su carrera.

Contrapunto a EiP (y enlace para la entrada de ayer, sobre Guantánamo y Kafka) ····>

Michael Haneke, El Castillo, 1997

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