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El big data del alma

Objetos reparables / humanos a la lista de (des)espera

Entra en vigor la ley que obliga a tres años de garantía, respuestos, reparabilidad de los cacharros, etc.

Justo cuando se abandona al humano como irreparable y sin garantía, se intenta disimular este abandono legislando para prolongar la garantía de los objetos.

El abandono del humano es el cese del estado del bienestar en la parte de salud y sanidad, que se encomienda o se desvía a la privada, aunque no se diga expresamente, si se deja desfallecer la pública…

El neolib te lleva a la privada, la sanidad ya estaba destroy antes de la pandemia, que sirve de excusa ideal para dar el salto.

El humano se queda sin cobertura, listas de espera de la muerte, pero sus artilugios que nacen obsoletizados ganan un año de garantía teórica –quién cumple la ley– y repuestos durante diez años. ¡Diez años!

La lavadora sobrevivirá a sus amos.

Por cierto, el mostrador o mesa del Telediario de las 21 de TVE es una tabla de plnchar… eso sí, espacial.

Esto indica que las noticias ya se reconocen en su diseño como electrodomesticaciones.

La única forma de que nos reparen en la antigua y semidesmantelada sanidad pública es que el Estado nos considere máquinas, o semimáquinas, quizá por las ortopedias y prótesis ya instaladas y nos incluya en el apartado de garantía extendida, repuestos a mano, etc.

Seamos cyborgs para sobrevivir.

Insertar títulos de noticias en medio del texto de otra noticia o artículo propone el olvido instantáneo y el picoteo. El ardid es automático y sirve para marear al lector que ya está mareado o muerto.

El exlector se ha acostumbrado a que detrás de cada párrafo aparezca algo, un gancho de otro texto del mismo subgénero, un anuncio, un mixto, un patrocinado, una miscelánea…

Al lector, si encuentra por azar un texto seguido, sin más interrupciones que el antiguo ladillo, le da un vahido o alferecía. Esta moda la inició en español BBC y se ha extendido hasta marear. No sabes qué lees ni quién fuiste ni qué fue lo que pinchaste.

Esto contribuye a despejar la mente, que ha pasado unas décadas o siglos intentando concentrarse en un texto –qué cosas– y ahora debe desaprender a toda milk. El picoteo sustituye a la lectura igual que el menú degustación al plato de garbanzos.

El cerebro (en sentido amplio) estaba más o menos entrenado a un chorizo de texto, bloques compactos.

Ahora es al revés, wey, si encuentras un texto seguido te buzas y el cerebrúnculo se queda seco, en un amago o anticipo del shock finisaecula saeculorum. SHoCK.

Estos reclamos y señuelos del picoteo reflejan y alimentan la epilepsia de la vida interior/exterior.

La epilspsia natural de los años veinte, que siempre traen estas convulsiones prebélicas y un poco catastróficas. Ucrania sigue en paz.

 

Interesante la entrevista de Pablo Iglesias a Arantxa Tirado sobre el lawfare de derechas.

Y el «chonipopulismo», artículo de Maite Alcaraz.

También, el experto que propone dar el móvil a los niños antes de los 13 años porque luego ya no hacen caso a los padres. En El País.

 

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