Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

El telescopio alivia las fatigas terrícolas

La monotonía de lluvia tras los cristales y mascarillas roñosas se alivia pensando en el telescopio espacial, ese cacharro increiblemente sofisticado que sigue alejándose por esos cielos invivibles.

Pero él aguanta, a su aire (aunque no hay aire), va desplegando cosas, antenas, parasoles, inventos, giróscopos… las placas desplegables se ajustan ellas solas en diez mil partes de un pelo.

Da cierto alivio al terrícola abrasado y pandemizado pensar en ese cajón prodigioso que NASA, ESA y Canadá han lanzado a un punto escogido a 1,5 M de Kms para ver el origen, o el ocaso, de esta monserga que tanto valoramos con uñas y dientes.

Polvo de estrellas, así se llamaba el programa de radio de cine de Carlos Pumares, qué times, y sigue lloviendo y aneblando (haciendo niebla), una y otra son la eco circular.

En este pandemonium eternizado, un virus más veloz que nuetra ciencia velocísima, consuela o alivia pensar de vez en cuando en el James Webb telecopio.

O al menos distrae de las terricolarias preocupaciones, roturas, cracks, chirridos y desajustes de tanta gente enloqueciendo a la vez.

El virus nos mata de asco, como corresponde a su nueva mutación, aún no detectada, que será la omega.

Si te aprieta el universo local piensa un momento es el telescopio que va solo tan lejos a ver el origen del universo.

He visto 1/4 de No mires arriba y aguanta… Pero no me creo a Di Caprio de astrónomo, me cuesta.

 

 

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