Lo que cambia en Afganistán en estos veinte años es China, que ahora es una potencia mundial en expansión.
Y la otra cosa que cambia es la situación de la mujer.
El maltrato de los talibanes a las mujeres ahora es más insoportable que nunca. Señala la mayor debilidad de ese régimen atroz y del mundo en general. La internacional machista consigue un nuevo socio del peor nivel posible.
El motivo fuerte para seguir luchando por la democracia es la igualdad de la mujer. La democracia y la ilustración están muy cuestionadas, en su punto más bajo, y no parece que tengan fuerza ni ímpetu para defenderse y reinventarse, hay un agotamiento sobre todo espiritual.
Excepto por esto mismo: por la situación de la mujer. Para que las mujeres sean libres e iguales es necesaria la democracia, y lo único que puede hacer Occidente para reavivarla es que las mujeres alcancen el poder. Este proceso ha empezado, pero sufre atascos y retrocesos.
La victoria talibana acentúa trágicamente estas corrientes de fondo y de superficie.
Por eso puede ser útil preguntarse por el papel de la mujer en China, ya que es la potencia mundial que junto a una USA en retirada marca las reglas.
En cada país, en cada empresa y en cada casa hay que revisar cada día si la mujer está sometida a un talibanismo, igual que se mide el pib, la corrupción y otras magnitudes.