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El big data del alma

Sánchez sigue de presidente y cambia medio gobierno

Sánchez es él y una multitud intercambiable. En sábado de diáspora –en las ciudades solo queda el virus– Sánchez ha dado el cambiazo.

Mientras, Casado forja su gob en la sombra con el pp clásico no imputado. Casado lucha contra Ayuso, que esta semana ha visto a Sánchez y ha dicho que hunde España.

El presi, al no poder inaugurar oficialmente la sanchería, el pleno sanchazgo, porque no llegan los euromillones, ha decidido hacer algo, cambiar medio gob.

Los ministros, siendo casi innumerables (como los asesores) tienen la ventaja de que se sabe quiénes son, y poco más. Se entiende que el Estado, aparte zonas deep muy enquistadas en sí mismas, apenas existe. Las ccaa’s y la Unión Europea, y en definitiva el mundo con sus containers y sus megacorps, manejan los hilillos de las alfombras.

Aunque nadie maneja nada y todo va un poco a la buena de Dios y de los hackers rusos, chinos, etc.

Desde lo de Assange, Snowden y Falciani no se ha vuelto a saber nada sobre la realidad. Y antes, los papeles del Pentágono (buena peli) y Watergate.

Un gob esp apenas puede hacer sus apaños familiares, leyes que se amontonan en una superproducción implosiva, parches para ir aplazando las deudas monstruosas que ya nadie revisa, desidias milenarias que son la entraña de la burocracia ovejera que tan bien encarnó Rajoy.

Sánchez es el hombre del momento, su liviandad lo hace veloz como los tiempos, su ausencia de todo (especialmente de sí mismo) y su intangibilidad etérea son el paradigma de los ceos y los aprendices del mundo entero. Igual niega el indulto que lo otorga.

A Sánchez el destino le ha encomendado desmontar un estado milenario y repartir sus trozos por arriba y por abajo, a los lados.

Un estado que ya venía recosido y reempalmado de origen. Ya tiene mérito.

Por eso el recambio masivo del consejo no significa nada más que la manifestación de quién manda y quién va más rápido: los nuevos cargos tampoco podrán seguirle porque el liderazgo hoy es la velocidad del cambio, sorprender en vano.

Los ministros, quietos. Se espera de ellos que no metan la pata, que no interfieran en el curso impredecible de la inminente sanchería, tierra promisoria de la nada veloz… Y los euromillones, que no acaban de llegar.

Esto lo vio Iglesias. Desde fuera se intuye la imposibilidad de intervenir en la realidad, desde dentro se sufre nada más empuñar el carterón.

Entonces, aparte de relevar a los más quemados, Calvo, Ábalos, Celáa, el objetivo del cambio es mostrar lo que permanece: él.

El simple gesto ya encumbra al presi sancheril pues ejerce su potestad de mover a los extras y deja claro lo más importante: que él no se cesa a sí mismo.

 

Aquí están las tres fases del ciclo sanchero.

 

 

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