Se acaba el estado de alarma y hay una inquietud variada: política, jurídica, personal.
Es lógico porque el estado de alarma, desde octubre del año pasado, y antes en otra fase, es lo normal.
Es el estado habitual, la vida acostumbrada, la vida.
Entonces, que desaparezca de repente, aunque estuviera anunciado, produce un vértigo. El miedo a lo desconocido.
Porque volver a antes es imposible. A principios del año 20, que ya es un pasado muy desaparecido. La velocidad de los cambios covídeos se ha comido esa época.
El estado de alarma ha sido un regreso a un centralismo metafísico que ya habíamos olvidado o que muchos no habían vivido. Un Estado protector/prohibidor. Discutido, cuestionado, impugnado… habitual.
Las ccaa’s podían decidir muchas cosas, como siempre, pero había algo por encima, una ley general, una restricción. Daba una idea de gobierno central inaudita, olvidada.
Una idea, no una realidad. La realidad de prohibir no es suficiente para llenar el antiguo y desaparecido concepto de Estado.
Una idea supletoria, un sucedáneo. Ya que no hay Estado protector hay Estado prohibidor.
Consuelo si no estás muerto o arruinado: otros países están peor.
Ese marco jurídico se acaba, y las ccaa’s temen perder poder, respaldo jurídico, legalidad, amparo metafísico… para ejercerlo ellas.
Quizá echamos de menos un ente superior, una especie de Estado central poderoso, que nos cobije ante el incierto destino bla bla.
En estos tiempos feudales dependemos a de Amazon, Google, Facebook, etc y de los bancos y de una gama de megapoderes superfluos que van a lo suyo… y los Estados de siempre se han dejado perder el dominio, y casi todo.
Quizá lo que echamos de menos, ya descontado el Estado, es una Europa que de verdad funcione.
Sobre todo, ante la evidencia del fracaso de la Unión Europea. Esperemos que sea un fracaso temporal, provisional.
Ahora un año es demasiado.
Europa ha caído en recesión. Y es como si no existiera. Las densas burocracias preparan sus veranos idílicos al margen del mundo.
El lema Teruel Existe debería empezar a aplicárselo la Unión Europea a sí misma.
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Quizá ese dato de la recesión es lo único que certifica la existencia de la Unión.