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El big data del alma

Tokenización del mundo y sus criaturas

Una persona es un token, usted es un token, estabulado, fichado, facebookeadísimo. Yo soy medio token, o tres cuartos. En fin. Estamos tokenizados.

La tiranía del no saber nunca nada, ponte a investigar y llegas a un pdf que te muestra tu hora.

Te pones a buscar y sale toda tu novida en piezas, algoritmos en danza, fragmentos de código corrupto, restos de otras vidas bailando locos en los cambios del mundo. Riders acelerando controlados por remotas apps que comparten y revenden tus rastros, todo fue incalculable hasta que empezó a encajar, un encaje ya natural, clic clac.

Todo fue inconmensurable hasta hace unos años, quién se podría acordar de aquellas vidas volátiles, incuantificables a ratos.

Lo que estaba perdido, suelto, se va agrupando. El poder de tokenización predice el futuro y cada día capta más detalles del pasado. La historia, antes imposible, se vuelve una ciencia exacta, completa. Siempre quedan lagunas, cada vez menos y de menos gente.

Lo inexplorado, seres ignotos que se resisten al cerco de los datos. Cierto poder se mide por la ausencia de referencias. La nueva invisibilidad.

El token es pura metafísica, o sea informática. Un avatar inalterable representa a un original, sea lo que sea, y eso es un token. Viendo las definiciones de token se comprende o se descomprende que al final un token es dinero universal, la metáfora perfecta. Esto equivale a esto y además está identificado, no puede confundirse con nada.

Es un salto cuántico en la comprensión y catalogación del mundo. Cuando se hablaba de etiquetar, web semántica y todo aquello.

 

Extras del día

Se quejan los jóvenes empleados de una agencia o banco de inversiones mundial porque meten mucha horas. Son unos esclavos Clase A, privilegiados esclavizados. No duermen, se agotan y padecen ansiedad, estrés, de todo. Al menos en esos ambientes, si no perecen en las noventa horas semanales, tienen la esperanza de amontonar dinero y jubilarse a los treinta o cuarenta. Lo normal es espiazarse  echando horas y prejubilarse enseguida, erte que erte, o ere que ere, según. Y, si no, en la base, vivir de propinas. Plena posguerra posmoderna. Posguerra sin que haya habido guerra. Ambientazo letal, grandes esperanzas.

Cada mañana empieza el mundo casi de cero.

 

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