Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Caen dos hombres de un andamio y se matan

Dos hombres caen de un séptimo piso, estaban trabajando, se han matado. Al mediodía, en Zaragoza. No iban atados. Hacía fuerte viento. Un desastre. A media tarde no se sabe en qué empresa trabajaban: la principal, alguna subcontrata. Esto arruina el día, el año.

Se ve mucha gente trabajando en altura, por todas partes. Hoy mismo, podando árboles en las calles, con este cierzo del infierno que lleva ya una semana: encaramados a esas cápsulas con la motosierra en una mano, las cazueletas se bambolean por el viento. Otros, en el puro centro, tendiendo una tela para cubrir una fachada, esos sí van atados, la mosquitera va loca de lado a lado. Atados con una sirga a la cintura. Qué menos. Qué desastre.

FIN

En algunos trabajos que sobreviven al año covídeo se estiran las jornadas hasta el abismo, en algunos trabajos se machaca a los empleados, es el reinado del terror que ya pasó en la década del disimulo (2008-18). Las empresas recortan hasta el papel higiénico y estiran las horas para sobrevivir un minuto más, y a veces alguien se desquicia ante tanta presión.

Los repartidores van locos, y luego caen rendidos al mediodía en el centro y dejan las bicis tiradas, les controlan hasta el último latido. La vida se ha apretado otra vez y si alguien tiene trabajo da la vida por no perderlo.

Los empleados públicos interinos se manifiestan en coche para que los hagan fijos. Nadie quiere un empleado indefinido (ni un empleado humano, podríamos decir, pero los robots tardan demasiado, ¿dónde están?), y la Administración (todas ellas) menos que nadie.

Y eso ha sido el horrible día de hoy.

 

Por favor, Sánchez: cumpla su palabra por una vez y anule ya la ley mordaza.

 

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