Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

El fin del cuerpo

El cuerpo está despareciendo.

Sigue ahí, a mano, a veces ameno, pero ya no tiene función.

Ni uso, ni deseos, ni nada.

Desaparece el cuerpo y era lo único que teníamos. El alma ya la habíamos eliminado. Había caído en desuso.

Cuando todo se constriñe tanto como ahora el cuerpo se queda en nada.

Con tantas prisas.

Pronto el cuerpo no servirá ni para ir a comprar.

La pandemia parecía que iba a propiciar el regreso del alma, una resurrección, pero se ha quedado en nada. La pandemia solo va a traer una vacuna, o muchas. El alma estaba a medio hacer. Y en los últimos siglos no acabó de despegar.

El cuerpo hardware va a un almacén, y allí verá lo que hace. El almacén de cuerpos ni siquiera es público ni privado ni concertado. Esas zonas grises de las realidades que fluctúan entre la nada y el algo.

Cosas de los días antiguos un poco idealizados (quizá nunca hubo cuerpos), edades de oro ha habido muchas, y de plata no digamos. Visto desde aquí ya se sabe, todo es melancolía y nostalgia, o al revés. Cuerpos al sol.

El cuerpo ya no funge, ni siquiera finge. Solo en las redes finge el ego aquel, comercial o desesperacional.

Baile de egos en sus hogueras. Las llamas de Pentecostés van a gas ciudad.

Qué quede, nadie lo sabe porque es la primera vez que el cuerpo desaparece. Desguace corporis.

La antigua mente o cerebro es puro cuerpo, dos algortimos bailando en una caja hueca.

Y cuatro cables.

En fin, a esto hemos llegado. De momento.

Y espera.

 

 

 

 

 

 

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