12.183 nuevos casos. Triste récord. La gente va loca, vamos locas. Septiembre es una rebelión de las masas.
Hoy viernes estaba todo petado. Las autovías no admitían un coche más. Los parkings, las calles, las terrazas.
Todo el mundo se ha saltado las normas de distanciamiento.
A mascarilla quitada, por todas partes. Hay una especie de rebelión silenciosa, en apariencia todos guardamos las formas, incluso las miradas recelosas, pero llega un punto, un momento, en el que se desborda la vida precovídea, caen los trapos y vuelve el jaleo.
La vida hedónica hispana se ha desatado y el finde, buen tiempo, veranillo covídeo, va a ser puro contagio.
No le hemos perdido el miedo pero no podemos evitar vivir como antes, recaemos en la imposible vida anterior, aquella normalidad.
La adolescencia feliz innova poniéndose dos mascarillas a la vez: entre ambas queda una rendija para la boca, beber, fumar, hablar.
Hay otra cosa: la súbita salida de millones de personas a todas partes, a todas horas, todos a la vez, ha colapsado muchos servicios básicos que se daban por supuestos. Parkings, alquiler de coches, transporte… por supuesto, de nuevo, la SANIDAD.
Los sanitarios están escandalizados de la presión y el poco cuidado de sus pacientes.
Muchos servicios no esenciales pero urgentes se han visto desbordados ante esta avalancha de multitudes que les ha pillado en erte (que rima con muerte), en cuadro o en nada.
Luego está el escándalo de la encuesta de la violencia de la mujer, aquí el enlace:
Encuesta Violencia contra la mujer 2019
Ha pasado medio camuflada entre el barullo político y las urgencias de la vuelta al cole, pero es para llevarla siempre encima.