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El big data del alma

El teletrabajo se queda en ‘tele’

Europa ha mantenido las vacaciones. Otro año más de esta tradición que ya se va extinguiendo. Las vacaciones son la prueba del nueve del modelo decrépito de éxito.

El mundo sin vacaciones, y sin casi nada, se va comiendo al otro, los gesiete, la UE, USA, etc.

Occidente residual, agitando símbolos y emblemas de Grecia y Roma, que ya no se dan en las escuelas, y del Cristianismo, que solo lo nombra el ABC.

Como el hielo de Groenlandia se deshace el mundo occidental: las rutas ya no pasan por él tan a menudo como solían. Como esas estaciones de los pueblos que Renfe abandona a pesar de Teruel Existe.

El algoritmo, programado para disimular y mantener aquel mundo, no se cree ni a sí mismo. El sesgo del no querer ver lo que pasa.

Pero bueno, otro año más Europa ha tenido vacaciones de verano, aunque nadie ha venido a España, enmascarada de virus y que estaría atemorizada si pudiera pensar. Pensar solo pueden hacerlo Elon Musk, Bezos, Gates, etc.

Las majors de la tecnología son el último reducto de Occidente, de USA, porque Europa no factura nada.

Pensar es algo épico, tarea de superhéroes o propia de mundos en expansión.

España, en este loco mundo de la Deuda Mundial, se ha recluido en sus conventos y castillos medievales, busca un teletrabajo que ya no existe (solo queda el tele) y espera que lluevan de Bruselas algunas euromigajas para seguir tirando con sus tradiciones, sus inmigrantes currantes y sus autoayudas familiares.

España culmina su fragmentación de facto a fuerza de pandemia: cada ccaa tiene un calendario de aplazamientos diferente.

Mientras queden funcionarios habrá Estado, o Estados, cada cual por su lado. La última antiepopeya unánime fue el estado de alarma, los aplausos eran para esa última función.

La misión de los dos mil rastreadores militares es buscar la unidad teórica de España, que se ha disuelto en el sálvese quien pueda del día a día covídeo.

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