Y así van pasando las horas desconfinadas. Las horas muertísimas erte que erte. A ver qué dice el CIS de este fin de mayo.
Hay que esperar. Y dar gracias. Primero por la vida, la salud, y lo que a cada cual se le ocurra. Tantos dones. Porca miseria. Mamma mía que distopía.
Tantos dones, tantos drones.
Lo bueno es que ha funcionado unos días el Congreso. Con sus cosas. Votaciones, acuerdos, follones.
Lo malo todo lo demás, en general, con matices. Hay dos vacunas anunciadas en las superpotencias: China / USA.
Es la carrera espacial, pero a ras de suelo. El virus parece que no es extraterrestre.
Y así van cayendo las fases, con sus reglas, máscaras, epis, ucis, despidos, más despidos, Nissan, cosas.
Las familias se encuentran. Nietos abuelos hijos emociones.
Hay un porcentaje de gente que adora el confinamiento con sus restricciones. No quieren salir, quieren que les traigan la compra como hasta ahora, no saludar, bla bla, pintar esta puerta, rascar baldosas…
La incertidumbre es inmensa, y nos quejábamos con razón de décadas pasadas.
Hay algo extraño: fue tan cruel la crisis anterior que aún colea que existe un pensamiento mágico: esta no puede ser peor.
Hay tantas cosas en marcha…
Mamma mía mamma mía mamma mía que distopía…
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Levitad el ánimo con javier Sirvent: