Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

No saber nada en medio del caos

Vaya lío, no. Todo embarullado al máximo. Cada autonomía es una ex Unión Europea en pequeño, un mundo subatómico propio, en su fase y en su tiempo digital/vírico… Electoral.

La UE, con su enfrentamiento entre tribunales, el BCE, países… es casi una CCAA de lo que pudo ser. El virus está acabando con el invento, con todos.

La fase 1 trae sus miedos, nuevas anormalidades, anomias y jaleos, todo es bastante ya distópico sin más añadidos.

A este paso pronto saltará la calle. El ciclo aquel de disturbios en medio mundo ha sido contenido a la fuerza.

A los estados solo les queda el control policial, en sentido amplio, implantar el sistema de vigilancia total.

Como en China.

Cada partido es un submundo ya perdido, abismos de locura y supervivencia. Los partidos se han vuelto ya orgánulos letales, megavirus, troyanos, exploits que pelean a muerte por sus chalets, apartamentos, jubileos, prosperidad de sus hijos hasta cuatro generaciones, control exponencial.

Pero todo se les va de las manos, cada día es un poco más difícil sujetar a millones de personas que esperan sus ertes bloqueados en burocracias a su vez colapsadas, en densa pelea por su propias vidas; organismos oficiales, privados, mixtos, negociados subarrendados, privatizaciones a medio rematar…

Cada cual se va dando cuenta de que está muy bien y a la vez ha perdido el juicio, el oremus, lo que sea.

Los ciclos neolib, a distintos ritmos en distintas comunidades, ciudades, pueblos, han vendido ya bastante país, pero aun quedan trozos de tarta para el que aguante unos meses en el poder. Aun quedan cosas por vender, ancianos que externalizar, instituciones para el trapicheo.

Cosas que nacionalizar para que las gestionen los amigos.

Nacionalizar y privatizar a la vez, todo en el mismo decreto.

El agua mismamente.

Es todo inútil, son zombis de sí mismos, hablan ya para sus propias huestes y pasan del resto, aunque el resto pudiera ser una mayoría dispersa y desorientada, que quizá está fuera del mundo control, organigramas, privilegios, instituciones largamente atrofiadas que no pueden ni imaginarse a sí mismas. El Estado y sus parásitos de siglos se preguntan: qué hacemos.

Hay que contar o descontar la fatiga sanitaria, las bajas, el desánimo, la intensa desesperación del entorno. La pobreza. Las filas.

La verdad es que nunca hemos sabido ni un dato cierto, quizá nadie lo sabe, es posible que ni siquiera intenten ocultarlos, es el mismo caos, la velocidad de los muertos, que hemos llamado «curva» para hacerlos llevaderos, para hacerlos desaparecer: aplanar la curva.

A la ferocidad política y el desbarajuste del sistema se junta la ignorancia inabarcable sobre el virus y sus efectos. Es desolador.

Cada día hay cosas nuevas, afecciones fantasmas, efectos inesperados, arterias destrozadas en niños, en NY, casos raros…

Necesitamos a Julian Assange, a Edward Snowden, a Chelsea Manning, la lista Falciani… a toda esa gente que filtra los desarreglos estructurales del sistema.

Este virus es un virus informático, una app viviente, una fórmula de perdición.

 

Hay que seguir, otro día más, ánimo y adelante, echar una mano, o las dos.

 

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Y los rebrotes de Corea, China… un solo caso contagia a cientos… y vuelta a empezar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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