Te roban los datos, tu vida entera, por todas partes. Los pensamientos más íntimos, aquellos que ni tu mismo/a querrías reconocer como propios, se deducen (algorimos) de todo lo demás.
Así es como nace una nueva criatura que eres tú, o yo, y las deducciones del programilla que nos están aplicando. En realidad, son varios o muchos programillas, porque los datos los revenden muchas compañías por cuatro perras. Una de las más famosas va a empezar a cobrar a la policía, que no hace más que pedir gratis info sobre cada vez más gente. Minority report.
Esos datos que recogen millones de interacciones dibujan un perfil exacto, o más que exacto, puesto que muchas de las cosas que hacemos son automáticas y otras ni siquiera las recordamos.
Somos bacterias y algoritmos, quizá el alma es lo que queda de exprimir todo eso, letras y números. Ahora todo eso está en el aire, o sea en centros de datos, más o menos dispersos, de momento, pero en seguida se van a cruzar, convergencia, IA, máquinas aprendiendo (¡de sí mismas!) y entonces, ya, por fin, estaremos completos… y presentables.
Todo se sabrá algún día, dicen los libros sagrados. Lo que está oculto saldrá a la luz. Pero no pensábamos que fuera tan pronto.
En todo caso, más hacia el Juicio Final.
A lo mejor es que estamos en pleno Juicio Final, y no es como pensábamos.
Etc.
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