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Crítica Frozen II: postfeminista freudiana y gélida autoayuda

Spoiler. Se hace eterna y entretenida. Frozen II es freudiana cuando Freud ya ha desaparecido del todo. Es una peli confusa y con trozos plumbeos, lo mejor es la parte kafkiana, la que no se entiende, las tramas perdidas.

Es ya muy feminista, postfeminista. El chico es un relleno, un mastuerzo simplón, el modelo de varón actual. Pero noblote. Las hermanas descubren la verdad, el agua tiene memoria, etc. La verdad es que lo que se hace mal –y más si es un asesinato– altera el porvenir. Las hermanas, en perfecta sincronía y competentración, descubren que su abuelo asesinó al jefe de los indios. Y les regaló una presa para fatidiarlos: un embalse o pantano. Y de aquel asesinato (provocado, eso sí, por el miedo que tenía el abuelo, el rey abuelo, a que los indios les atacasen, etc.) vienen estos lodazales.

Las frases de autoayuda –hacer las cosas bien, etc.– son muy útiles para el postmundo-miseria que ha venido.

Esta Frozen II es ya casi quizá una distopía para niños, suavizada porque no entenderán nada, o sea, la distopía normalizada actual.

Peli postfeminista, con el encanto de haber superado el amor romático en la protagonista (se conserva en la pareja secundaria, la hermana y el mastuerzo enamorado), la prota no se enamora ni falta que le hace, puesto que da nombre a la franquicia, emite hielo (superpoderes fuera de la Marvel, ojo) y hasta renuncia al trono (tampoco es gran cosa, una aldea) para irse a vivir con sus ancestros los indios del bosque encantado, más ecologistas y sanos, una arcadia para la tercera entrega. Todo ok.

Frozzzzen.

 

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Hay un nuevo moñaco muy majo para venderlo y para hacer memes: no tiene papel ni frase, pero le arde la espalda.

 

 

 

 

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