Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

A todos les pudo el miedo

Auténticos talibanes de sí mismos. Qué persistencia. Que pegajoso es el ego. El único que se sale un poco de esa contumacia es PabloCasado. Desde su encumbramiento ha ido variando, pero con suavidad. Se ha morigerado. La barba aquella de verano, flor de un day («me dejé la máquina de afeitar en casa»), que luego se ha ido quedando, pelo a pelo, agarrada a la osatura. Los modales, más sosegados. Aquella ferocidad del peor peperismo, las broncas que echaba (y echa) Aznar en sus últimos decenios. Aquellos modales de los portacoces se los ha encomendado Casado a Cayetana, y así él se libera y se gana al censo por la vía de la mansedumbre y el zen. Esto le viene de sus sabios mentores, a los que hace caso. Y le va bien. La audiencia nota esa calma de chico ingenuo.

Estos cambios suaves, como flotando en la inconmensurabilidad del mundo (tan abstruso) se refieren a su persona, dulcifican sus modales y lo hacen más dúctil al destino, siempre incierto. Si no fuera un insulto en este momento, parecería un hombre con principios.

Por el contrario, los cambios de Albert Rivera, que gobernó en las encuestas y pudo haber gobernado en el sanchazgo, son bandazos de programa, de ideología o de gadgets, pero no llegan al interior, o no salen de él. Son superficiales, algo alocados.

Casado mejora no porque aparezca menos, sino que aparece menos porque ha mejorado en silencio. Es como que ha aprendido a resignarse. Y eso, para gobernar España, es un máster del universo (de los que no dan en la URCJ). Rivera cambia de truco: hoy un pasquín mañana un ladrillo, pero su sistema operativo sigue intacto, incapaz de evolucionar, acaso se ha quedado en el XP. Al que no innova, le innovan. Aunque solo sea porque aburre. Los gadgets cansan.

Los demás candidatos zzz también siguen siendo ellos mismos. O cambian levemente a peor. Iglesias sigue con el IgleSánchez, y el propio Sánchez despliega el hastío de sí mismo; se ve tan ungido que apenas se cimbrea. Seguro que su oráculo aulico está fatigado de la mismidad sanchera. La novedad es el de Vox, que no se cabe en su pecho.

A todos les pudo el miedo. Y eso les hermana con el censo.

 

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