El más inocente, con 80 años, dice ante las tumbas de sus padres la mejor frase:
–No dicen nada… estarán bien.
Lo dice con toda sinceridad, después de mucha reflexión, como un sentimiento de décadas de soledad en compañía, en la España vacía. Y los presentes asienten y rumian la sentencia. Llovizna en el camposanto y hace casi calor.
España acogerá la cumbre del clima que Chile no puede celebrar. Quizá España ha sido muy optimista al ofrecerse para diciembre. También es una forma de decir que aquí hay paz y calma, al menos fuera de Cat.
Los sediciosos piden al Rey que aplace la entrega de los Premios Princesa de Gerona. Luego dirán que ya avisaron. Para las elecciones hay convocadas nuevas algaradas de los tsunamiteros.
España, incluyendo todavía a Cat, ha vaciado las ciudades para ir a ver a sus ancestros a esos pueblos de los que salieron con hambre y miedo. Y luego, en remesas sucesivas, sin hambre ni miedo ni futuro.
A los españoles se les puede aplicar la conclusión del hombre ante los nichos de sus antepasados:
–No dicen nada… estarán bien.
Hay un 2% de crecimiento residual que es un milagro.
El mundo asiste a otra oleada de motines y disturbios. El mapa está hongkonizándose a toda milk.
En las ciudades donde aun no ha saltado la chispa sigue la paz… estarán bien.
Las huestas Cat se rearman en la tregua por defecto del puente y preparan las próximas hogueras.
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La sentencia de la manada de Maresa es delirante. El bizantinismo desacredita a la justicia en general y al país en particular.