Las plataformas siguen de moda en general. Una moda vintageada, como todo, pero que engancha a nuevos adeptos. Los partidos políticos, por ejemplo, se quieren volver plataformas. Lo ha dicho Mónica Oltra: «vamos a una plataforma».
Esa superestructura ambigua aglutina entes variados y les insufla nueva vidilla. La plataforma también sigue vigentísima en las suelas de la deportivas recrecidas o sobreelevadas, sandaliones y otros elevator pitchs del callejeo.
El BdE, que sigue sin cambiar ni el logo ni el nombre, rebaja cuatro décimas el presunto pib (ya con minúsculas) y zzz.
Por lo demás el Barça tiene desgana (malaganismo postvacacional) y esa desidia al correr la banda (y lesionarse Messi) refleja la atonía del país depre & eufórico a la vez, a ratos, según la plataforma que mires.
Las plataformas se basan en despedir gente rápido y casi gratis mientras contratan algoritmos baratos hechos a martillazos. Diga uno, pulse dos, reviente a la voz de ¡tres!
Las plataformas se inspiran (muy remotamente) en las cuatro petardas de GAFA Google Amazon Facebook (y su moneda) y Apple, aunque GAFA es un acróstico que olvida a las plataformas chinas y asiáticas, de esa zona que ya emite sus imperialismos (de momento) blandos. Las omisiones en las siglas y acrósticos siempre son deliberadas. Aquello de los PIGS, eso sí que fue leyenda negra sobre la marcha, y sobre la Mancha.
Ahora estamos en Magaluf, que podría perder clientes. A Trump le van a impeachear como un pollo embreado, le asarán la tufa, si pueden. A su primo Boris le han doblado los jueces la cerviz, una jueza le ha leído la constitución no escrita (qué ahorro) por disolver (prorrogar, por sus siglas en inglés) el parlamento y encima despertar a la Reina. Si lo pilla a Boris Johnson el juez Llarena ya estaría en Estraburgo con el prófugo nuestro.
En fin, las plataformas, sean locales o de esos imperios proxy, te sacan las perras (ahora ya sabe Pla quién pagaba todo eso: él y usted) a cambio de un trozo de wifi aguachinada y cuatro partidillos con cracks agotados.
El agotamiento va sustituyendo al aburrimiento en Occidente a medida que se derrumba la era victoriana. Mira que dura.
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Los partidos, para sobrevivir a sus propias desidias (y a las de la época), mutan en plataformas. Pero lo que define esas superestructuras es tener nube propia.
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