Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Todo está previsto y comprado por China… excepto este detalle

Todo lo que ocurre está ordenado por China. Este hipótesis o hipófisis es lo único que explica el barullo mundial de un martes cualquiera cuando septiembre se empina. La cuesta de septiembre. Como estará la cosa que hasta vuelven los ovnis.

La larga marcha de China ha sembrado ya sus tentáculos y sus millonetis por los nueve horizontes y, por ejemplo, ya ha tendido un tren que abraza África de lado a lado, un transiberiano africano.

China se ha comprado África a precio de todo a cien, qué cosas. La idea para un martes sin ideas es que todo lo que ocurre o deja de ocurrir obedece al discreto designio del imperio chino, que ya ha trazado casi todas las rutas ha comprado los puertos más ventilados y solo le falta pulir los detalles.

Lo único que no había previsto es que se le subleven en Hong Kong, qué cosas, por un detalle insospechado: democracia. Los puñeteros hongkoneses o honkgkoníes resulta que quieren ser libres (es un decir), o sea, votar, reunirse, protestar de vez en cuando… y vivir la dolce vita europea.

China ha decretado el destino del vasto mundo, país por país, con paciencia milenaria, dinero caliente y copiando a saco, pero no ha reparado en que una parte de ese mundo, además de comer basura y comprar chucherías copiadas, quiere votar, protestar y esas cuatro cosas que se llaman democracia. Qué manía, qué afición.

Y ese detalle jongkonés, ese imprevisto, es lo que da variedad y vivacidad al vasto mundo uniformado al estilo Mao, o Xi, o el que toque (la larga marcheta). Lo bueno de Zara es que nada más entrar ya flipas con algo. Y así hasta el fondo de la tienda.

A Europa, tan troceada y tan apocadica, que no tiene ni un microchip ni sabe hacer funcionar el gps, solo la salva ese resto mínimo de democracia, un ápice o una minuncia, siempre en peligro, siempre en precario, pero que dentro de todo, aguanta. Ese detalle es vital.

Luego, ya, que nos invadan y nos anulen, pero siempre quedará ese anhelo, esa melancolía que amaragará la vida de la tiranía mundial.

 

 

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Hasta el Brexit, dentro de su locura absurda, es parte de la democracia. Hasta Trump… que ya es decir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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