Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Casi nada interesa a casi nadie

Está la cosa floja en España porque acostumbrados a emociones fuertes todo nos parece poco.

Un juicio no es como lo que se juzga. No tiene esa intensidad. Eso es lo bueno. Pero sabe a poco.

Nadie se acuerda de nada. Hay déficit de atención, síndrome de pierna inquieta, teleles, soplos, cracks, ictus.

José Antonio Marina dice una cosa muy chula en una entrevista de Heraldo de Aragón: «Uno de los problemas de la educación es que no interesa».

Es una frase genial. Una obviedad que, de puro evidente, estaba escondida.

La educación no interesa.

Eso se le puede acabar aplicando a la mayoría de las cosas, incluyendo –o especialmente– al procés, paradigma de la monserga

Por ejemplo, la Iglesia (con mayúscula, la iglesia católica), tampoco interesa. Lo peor que le pasa a la iglesia, incluyendo al Papa, es que desde hace bastante tiempo no interesa. Eso es lo peor. Hagan lo que digan, nada interesa. Ni el infierno interior.

Podría haber interesado si este Papa, Francisco, hubiera levantado el veto absurdo a la mujer: que las mujeres sean sacerdotes, o sacerdotisas, curas, obispas, papas. Y que el clero se pueda casar. Era lo mínimo. Y admitir la homosexualidad. Al no hacer nada la gente se ha olvidado.

La velocidad de los cerebros en los países en los que la mayoría de su población come algo es elevadísima.

En los países desarrollados –es un decir– los cerebros vuelan a mil por hora. Consumen un 20% de la energía que necesita el cuerpo. Eso era antes. Hace cinco años. Ahora debe de ser el doble.

Hay déficit de atención, dispersión de flechazos, estímulos que van y vienen en un nanomilenio, relaciones etéreas eternas.

Pronto no atenderemos ni a las desatenciones.

 

 

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Se quejan (por ejemplo la universidad) de la burocracia. Si no hubiera burocracia no sabríamos qué hacer,

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