Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Hablemos un poco en la gasolinera

En la gasolinera no se habla con nadie.

Te paras al medio metro de alguien y es como si no existiera. Tú tampoco existes para él. Ni para nadie.

Estás dentro del coche, aunque estés fuera. Es un momento. Otro infinito perdido.

Suerte de las cámaras que te graban. Rrrrrrrrr. Las cámaras ubicuas son tu única compañía. Tu conciencia externa. Tu audiencia.

En la gasolinera nadie existe casi, aparte del surtidor, la manguera, la voz que dice «gracias».

«Pase por caja» bla bla.

La voz y la cámara no saben qué es lo que hacen. Nadie sabe nada.

En China ya ensayan por todas partes los puntos sociales. La reputación bigdata.

Al echar combustible nadie es nadie para nadie. Soledades en el super hiper. Vidas aisladas apretujadas.

Siempre hay algo. Cada cual con su hipervida.

Siempre pensando un poco lejos, la mente molecular prediciendo el futuro.

Han hecho un reloj atómico tan preciso que puede registrar el vaivén del espacio-tiempo. En lo que le queda de vida al universo no se va a adelantar o retrasar ni una milésima. ¿Qué hora será entonces?

En el sitio más inhóspito sale algo. Alguien, a veces, saluda.

En los pueblos casi deshabitados a veces se habla algo. Se oyen voces.

En Tokio, ciudad de 38 millones de personas, van a pagar 23.000 euros por irse.

Claro que primero hay que haber estado allí un tiempo. ¿Cuánto tiempo?

Esta oferta puede provocar el efecto llamada. Vas a Tokio, te empadronas y te pagan por irte.

Hablemos en las gasolineras, como si fuera el último día y el reloj atómico estuviera a punto de pararse.

Hablemos un poco, lo justo.

Va todo tan bien que el optimismo se queda corto.

 

 

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Ayer: Dile a todo que Xí

 

 

 

1 comentario

  1. Dice ser Edgar

    Yo sí que hablo y, lógicamente, otros hablan conmigo.

    30 noviembre 2018 | 9:05 pm

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