El Barça del Dream Team, con Romario, Laudrup y Stoichkov era una cosa cuando jugaban los tres juntos y, otra, cuando no lo hacían. Aún así, era innegable que todo el equipo tenía un estilo de juego que ha llegado hasta hoy, con Pep Guardiola, quien, de jugador, también saboreó las mieles del éxito del tridente. Si llevamos esta reflexión al campo de la política, observamos que la evolución del tripartito en estos últimos siete años ha sido errática en su última fase, hasta el punto que ha acabado con su hecatombe.
Una de las razones de esta debacle ha sido que no se ha mantenido fiel al espíritu fundacional de esta especie de tridente político. Estos últimos días se han alzado voces críticas con la campaña de los socialistas, porque apeló a mensajes negativos, como Artur más de lo mismo, y no positivos. Pero, quizás el gran pecado de los partidos del tripartito fue no defender juntos lo que habían hecho de bueno en la última legislatura e intentar que no se notara tanto lo malo. Es decir, dar a entender a la población catalana que no eran un tripartito más de lo mismo.
Pero sólo un elemento de este tridente, ICV, sacó realmente pecho del Govern d’Entesa y, curiosamente, fue el que consiguió los mejores resultados de los tres (bajó, sí, pero se la pegó mucho menos de lo que lo hicieron PSC y ERC). Está claro que Montilla, Carod-Rovira y Saura no son los Romario, Laudrup y Stoichkov de la política catalana, pero si sus partidos no hubiesen apostado por dejar en el banquillo la idea del tridente, quizás, ahora, no estaríamos hablando de un tortazo electoral tan espectacular. No se supieron explicar cuando gobernaban, como han reconocido ellos mismos, ni mucho menos cuando dejaron de hacerlo.