El IPC mide muy bien la evolución de los precios, de todos los precios para todos los ciudadanos. Pero no refleja tan bien, o no sin entrar muy en el detalle de las tablas, donde aprieta el encarecimiento. La subida última del IPC, la de después del verano tiene sesgos muy inquietantes que merecen una respuesta política más vigorosa, una análisis más a fondo.
En las esferas oficiales, empezando por la Moncloa y siguiendo por el caserón de la calle Alcalá, en Economía y Hacienda, han decidido que este último IPC es un incidente en el camino, un mal dato y que ya escampará, que se paga la ronda y tan campantes.
Desde el punto de visto macroeconómico no les falta razón, el salto de escalón que impone el encarecimiento mundial del petróleo y de los cereales (que afectan al pan, la leche, el pollo…) es imparable, nos viene dado. Otro problema es por qué en España afecta más que en otros países europeos. Y en ese punto es donde debería intervenir la política económica.
Otro procedimiento, poco científico, parcial y equívoco, es ir a la compra, preguntar a los que hacen la compra mirando los precios, que generalmente son los que disponen de menos renta y los que llegan a fin de mes con más dificultad. Para ese sector, que no es pequeño, la alimentación supone en su cesta de la compra un porcentaje mucho más apreciable que para la media de la población. Y el encarecimiento de los precios de estos meses en especialmente penoso para ese sector social con poca capacidad para sustituir o para recortar la cesta.
El panadero de la esquina comenta que después de muchos años de precios estables con ajuste anual mínimo, estos dos últimos meses ha padecido lo que se llama “repricing” , es decir modificación sucesiva y frecuente de los precios de todos sus productos, pan, galletas, …que le deja sumido en la perplejidad y que le obliga a consultar la renovada tabla de precios a cada venta. Y ese mismo panadero aprecia en sus clientes sorpresa y una cierta prudencia a la hora de compra porque la cuenta sube.
El precio del pan no es solo un dato macro, también es micro, el relevante para muchas personas que no tienen margen de maniobra para actuar sobre su nivel de rentas y su gasto. Y llegados a ese punto no hay que equivocarse, no se trata de intervenir el pan (es peor el remedio que la enfermedad) pero tampoco de mirar al tendido hasta que escampe. Hay gente sin paraguas.