Por eso de la democracia y los votos se han producido relevos recientes entre los jefes de gobierno de los grandes países europeos. Merkel, Brown, Sarkosy, son los nuevos mandamases de esos países, miembros todos del G7 y con recorrido para unos cuantos años. Cada uno de ellos llega con nuevos proyectos, con rectificaciones de la política de sus antecesores.
A la señora Merkel, poco mediática, la toca recuperar el pulso alemán, sacar el país de la recesión y cerrar el complejo proceso de reunificación. Y hacerlo con un gobierno de gran coalición. Sin ruido, sin espectacularidad, sin arrollar, va consiguiendo.
Al mediático Sarkosy le toca sacudir Francia de su modorra, proponer nuevos objetivos y evitar el estancamiento. Por ahora hay más ruido que nueces, goza de confianza y propone esperanza, pero parece un gallo sin cabeza, va a todo lo que se mueve, habla al tiempo que piensa y los resultados están por ver, de momento la economía francesa este año va para atrás. No será su culpa, pero si es su prueba.
El británico (escocés) Gordon Brown sustituyó a un agitado Blauir con el horizonte de perder las próximas elecciones y ceder el mando a los conservadores que han fracasado en las tres últimas elecciones y han quemado tres líderes de cuyo nombre no puedo acordarme. Brown parecía un soso, un triste, administrador de la herencia menguante de Blair. Pero viene demostrando un modelo de liderazgo que ha devuelto a los laboristas la cabeza en los sondeos electorales. Brown tiene plazo para disolver el Parlamento hasta el 2010, peor es probable que convoque el 2008 y que gane. Ayer hizo lo que no puede hacer su adversario conservador: recibir y atender a la señora Thatcher, la líder conservadora que cambió su país y si sociedad. ¿Se imaginan a un presidente socialista recibiendo con honores a Fraga o incluso a Aznar, cuando en su partido no quieran verles cerca?