Todos tenemos una cruz en esta enfermedad. El mío es este maldito nervio llamado trigémino, que abarca la parte izquierda de mi cara, el oído y parte del cuello. De ahí, que mi pómulo se ponga rojo, que no oiga del todo bien o que me duelan las encías como si me fuese a salir algún diente. Podría enumerar todos los síntomas que me provoca, pero prefiero compartir esta anécdota:
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