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Historias de la Esclerosis Múltiple

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¿Ducharte en una bañera? Si no queda más remedio…

pixabay.com

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Hace unos días nos hospedamos en un hotel cuya habitación tenía una bañera en vez de una ducha. Hacía mucho tiempo que no me encontraba con esa opción para ducharme. Detesto las bañeras con todas mis esfuerzas. Antes del diagnóstico, me pegaba largos baños calientes y relajantes, después, encontré otras formas de relajarme y ese momento quedó en el olvido.

Meterme en la bañera me crea mucha inseguridad, me genera cierto estrés y un pánico terrible pensando que me voy a caer y que voy a pegar un buen golpe que no me quiero ni imaginar. Ya de por sí, todo movimiento que requiera apoyarse sobre una pierna, necesita de toda mi atención. Esa pierna que tiene que sujetarme, comienza a temblar, no sé si por fuera, pero sí por dentro, y me da la sensación que en cualquier momento va a dejar de aguantar todo el peso y me voy a desplomar, solo estoy esperando a que haga ‘clac’ y luego llegué el ‘booooom’ de un buen porrazo.

Además, para meterme o salir de la bañera tengo que sortear una de sus paredes, a modo de valla, tus pies están mojados, por lo que es posible que te puedas resbalar y encima, hay un desnivel entre el suelo del baño y el de la bañera, por lo que tu cadera tiene que inclinarse un poco hacia delante. Todo esto a cámara lenta, despacio, y agarrándote a donde buenamente puedas -si hay barandillas mejor- para no caerte esperando que tus piernas respondan de la mejor manera posible.

Por todo esto dejé de usarlas hace muchos años, pero cada vez que me encuentro con alguna, sudo la gota gorda para ducharme sin caerme. No soporto ese momento de tensión, esperando que todo salga bien, cuando lo único que quiero es una buena ducha.