Aquella mañana de Enero me levanté como cualquier otra. Eché un vistazo a la cuna donde dormía mi niña, que contaba con 9 meses. Era tan bonita, que no me cansaba nunca de mirarla. Bajé al salón y subí las persianas. En ese instante el sol me dejó una sensación rara de destello en el ojo izquierdo. Pensé que era algo normal cuando los ojos entran en contacto con una luz potente. Me dispuse a desayunar y a hacer las cosas típicas de una ama de casa, pero el destello del ojo no desaparecía y me asusté.
Cuando mi hija se despertó le di su desayuno, la bañé y la vestí y nos fuimos un ratito de paseo. Después regresamos y mientras la niña jugaba en el salón, yo preparé el almuerzo. La sensación extraña en el ojo no se iba. Mientras cocinaba, comencé a pensar que eran imaginaciones mías y que seguro que no tenía importancia. Estuve algunos días callada. Hasta que se lo comenté a mi padre, que como había sufrido un desprendimiento de retina hacía unos años, se alarmó y me llevó derechita al hospital. En un principio me vio una oftalmóloga que dedujo que se trataba también de un desprendimiento de retina.
Cuando hicieron una exploración exhaustiva, vieron que el ojo estaba perfecto, así que la siguiente posibilidad era un tumor cerebral, por ello y para descartarlo, me llevé cinco días yendo y viniendo al hospital para hacerme pruebas, cinco días mirando por la ventana de madrugada esperando que llegase la hora para envolver a mi niña en una manta y llevársela a mi madre, temiendo que tendría que ser ella quien la criara.
Al sexto día el tumor fue descartado. Os podéis imaginar el subidón de alegría que nos entró a todos, sobre todo a mí, que me llevé todo ese tiempo angustiada pensando en que no podría ver crecer a mi niña. Lo malo de todo esto es que las pruebas para detectar algo más no tuvieron lugar. Simplemente me recetaron corticoides y el problema del ojo desapareció y volví a ser la de siempre…. Durante un tiempo.
Esta fue la primera visita, el primer episodio leve, suave, fugaz, de nuestra eterna y molesta compañera. Tenía 27 años y no me imaginaba que aquello era solamente el comienzo.
Ángela.
¡Entrañable historia, le deseo toda la suerte del mundo a Ángela!
15 mayo 2014 | 18:14
Muchísimas gracias.
16 mayo 2014 | 12:52