Esta es la historia de otro afectado más, de otra persona que podría ser yo misma, pero esta vez no soy la protagonista. Esta vez escribo, sobre un chico que le diagnosticaron esclerosis múltiple remitente recurrente, nada más acabar la carrera, con veinticuatro años y que en ese momento, ya se planteó qué trabajo le convendría más. A partir de ese Noviembre del 2005 su vida empezó a cambiar, y vaya si cambió.
Durante el año 2009, pensaba que su esclerosis múltiple estaba estabilizada y disfrutó de una buena temporada como lo haría cualquier persona de su edad, y seguro que si le preguntaran, lo definiría como un gran año.
Había aprendido a vivir con su enfermedad, había ido al psicólogo de la asociación para que le ayudase, se apoyaba en su pareja, y aunque la fatiga siempre había estado presente, tenía un estado de ánimo positivo. Simplemente, vivía su vida.
Un par de años después, su cuerpo creó anticuerpos contra el tratamiento que tomaba. Llegaron los brotes, el cambio de medicación y entonces, comenzó con Tysabri. Aunque tardó algún tiempo en hacer el efecto esperado, poco a poco, consiguió hacer cosas que antes no hacía porque no podía.
Han pasado ocho años desde el diagnóstico, se encuentra regular, aunque con un estado de ánimo, que a mi modo de ver es excepcional. Tiene problemas para andar, sale poco de casa y duda que pueda trabajar o hacer algo que implique horarios. Aunque sin duda, lo que más admiro de él, es que acepta su situación y asume todo lo que le pasa.
Aunque no nos conocemos personalmente (sólo de forma virtual), transmite que hay que ser valiente, que hay que seguir luchando, aunque tengamos bajones y malos momentos, patalearemos, lloraremos o haremos lo que haga falta; pero después, hay que aceptar y hacer frente a lo que venga. Nos adaptaremos.
1decada1000.