Me acuerdo el disgusto que se llevaron mis padres cuando estando en una cama del hospital, me dijeron que me iban a hacer pruebas como un TAC, una resonancia magnética o una punción lumbar. Parece que los síntomas que tenía iban en serio. Por aquel entonces, mis padres lloraban, y yo recordaba los últimos días del viaje a Groenlandia.
No fue fácil ese viaje. Estaba de mal humor, mi percepción del espacio no era buena, cerraba un ojo para evitar la visión doble, dormía todo el tiempo, y parecía como que me pasaba algo pero sin saber muy bien el qué. Los últimos días fueron los más complicados, acusaba mucho el cansancio, me sentía sola e incomprendida, quería llegar a España y que me viese un médico.
No soy madre, así que no se muy bien por lo que pasaron mis padres cuando me diagnosticaron esclerosis múltiple, pero no tuvo que ser fácil. En la actualidad, cada uno lo sobrelleva como puede. Lo mejor que se puede llevar que a tu única hija le diagnostiquen una enfermedad con unas características abrumadoras.
Mi madre se lo tomó mejor que mi padre. Él tardó más tiempo en digerirlo. Incluso, estuvo en contra de que cambiase de trabajo, pero al final lo aceptó. Le cuesta entender que necesite quedarme un día sin salir de casa para descansar. Directamente no me lo dice, pero lo sé. Le duele verme en pijama todo el día tirada en el sofá. Esa no-actividad que muchas veces necesito, no acaba de encajar en su cabeza. Cuando le hablo de síntomas, se queda mustio, no sé si es porque no los entiende o es que no le gusta que su única hija tenga esos síntomas, o las dos opciones. Así que prefiero no hacerlo. Pero en cambio, es el primero que me anima a ir a andar o a nadar.
Mi madre, es todo lo contrario a él. Es la que se preocupa por mis síntomas y muchas veces, el saco donde descargo todo mi mal humor. De los tres, es la que mejor entiende la enfermedad. Además, tiene un sexto sentido para saber si estoy bien o estoy mal, me apoya en las decisiones que han cambiado mi vida, y también hace que al final mi padre las entienda.
En definitiva, los dos intentan hacer que mi vida sea más fácil. Los dos se complementan, y me dan lo que necesito en todo los sentidos posibles, y así, los tres formamos un equipo.
Ha sido leer este post y acordarme de la reacción de mis padres también. En mi caso fue al contrario, mi padre se lo tomo mejor que mi madre, tal vez por su carácter, aunque sin duda alguna, al igual que a ti, siempre están ahí cuando los necesito, cada uno me aporta una cosa distinta, y son sin duda el mejor apoyo que puedo tener. Espero que todo vaya genial! Un beso muy fuerte 🙂
10 diciembre 2012 | 19:52
Es que va en la personalidad de cada uno, tomárselo de una manera o de otra, pero siempre nos van a querer igual! Creo que es fundamental su apoyo, sin ellos estaríamos perdidos! De momento no me puedo quejar, espero que también estés bien. Un beso! 🙂
11 diciembre 2012 | 10:02
Por lo que yo sé, mas que un equipo sois ¡UN GRAN EQUIPO!
10 diciembre 2012 | 21:19
Somos un equipazo!!! 😀
11 diciembre 2012 | 10:03
Parece que leo mi propia historia… Hija única y mi madre también aguanta como una jabata mis embestidas de mal humor y con mi padre tengo dudas de cómo se lo ha tomado, o si realmente no lo entiende.Pero están ahí y sino, no sé que haríamos…
11 diciembre 2012 | 12:36
Es que a los ojos de nuestros padres somos sus princesitas, y por eso se lo toman a su manera. Me alegro que te sientas identificada, y que tengamos unos padres geniales! Un saludo 🙂
11 diciembre 2012 | 19:07
Tienes mucha suerte de tener esos padres. Debes estar muy orgullosa de ellos como ellos lo estárán de tí. Un beso muy grande.
11 diciembre 2012 | 15:53
Muchísima suerte! A veces, no se que haría sin ellos… Estoy convencida que el sentimiento es mutuo. Muchas gracias por el comentario. Un beso
11 diciembre 2012 | 19:09