Este Juan tiene dos problemas endémicos: 1. Es un desastre, y 2… Es un desastre. Lo primero, eso de no enterarse nunca de nada, se cura poniendo atención y explotando al máximo la agenda del móvil y los recordatorios de Facebook.
¿Y lo segundo? Eso es más sencillo y divertido: a ser un manitas se aprende manchándose las manos, enfrentándose a cada avería, siendo curioso y… no perdiéndose ni un videoconsejo!
Hoy aprenderemos con Juan a evitar atascos, malos olores y hasta pequeñas inundaciones, vaciando nuestro bote sifónico.
Se trata del centro neurálgico de la fontanería de casa, en el que desembocan muchos desagües. Por este motivo, de él pueden escapar a veces olores indeseados que podemos eliminar de una forma muy sencilla:
> Primero abrimos, retirando el embellecedor metálico y la tapa de plástico que se esconde debajo. Ojito al abrir, ten una fregona cerca pues el orificio puede expulsar agua al exterior en caso de atasco.
> Suele haber 3 entradas: bañera, lavabo y bidé. Y una salida, claro! Debido a esto, suelen acumularse en el bote sifónico residuos sólidos que poco a poco van formando una masa mayor y que debemos eliminar: pelos, restos de papel o algodón, objetos pequeños…
> Extrae este material (con guantes, por favor) y arrójalo a la basura con los restos orgánicos.
> Vuelve a cerrar perfectamente el orificio para evitar filtraciones.
Y si te encuentras algún objeto precioso, como nos ha sucedido a Juan y a mí, piénsatelo dos veces antes de regalárselo a un ser querido… ¡madre no hay más que una!
