Atención, porque este post es BONITO.

No bonito en plan, “ahá, puede que eso quede bien ahí”.

Ni bonito en plan “verás la envidia de –nombre de tu amiga la envidiosa– cuando lo vea terminado”.

Nada de eso, mucho más. Detrás de este ejercicio se esconde una verdad universal, mágica, justa y necesaria. Igual que cada vez que hablamos de reciclaje. Pero, esta vez, con todo un símbolo de la evolución humana.
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Porque el reciclaje siempre ofrece una segunda oportunidad. Da igual que se trate de cosas o de personas.
Reciclar es dar otra oportunidad, incluir en un nuevo ciclo de vida.

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Y, ¡Ay, amigos!, ¡Que se nos obsolecen frente a los ojos, esas bombillas tan nuestras, tan de toda la vida!
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Mira que cuesta imaginar a Snoopy o a Mafalda pariendo una gran idea (ese ¡Eureka!) con un modernísimo LED luciendo sobre la cabeza, de esos que ni chisporrotea, ni se apaga al instante, sino que dura igual de brillante muchos, muchos años.

Los avances tecnológicos están transformando nuestra percepción del mundo. Incluso algunos símbolos, como la bombilla de toda la vida, se están adaptando para no morir en el desuso.

Y las bombillas, tan bellas, tan frágiles, tan trabajadoras, se lo merecen.

Por eso este post quiere rendir homenaje (low cost) a una de las formas más tradicionales y universales en que la luz se nos ha presentado y nos ha acompañado a lo largo de nuestras noches y días.

La bombilla clásica deja de dar luz, ok. Pero con un poco de imaginación, conseguimos que logre metas aún más altas, como albergar vida. Decorar obras de arte. Pasar de los techos a las ramas de los árboles. Convertirse en protagonista bajo los focos… incluso volver a dar luz, pero reconvertida en vela de aceite.

Vamos a ver algunos ejemplos… ¿Qué pasa si, en primer lugar, eliminas las partes sobrantes de la base de la bombilla (en el punto por el cual recibía la electricidad) y dejas una entrada libre para colocar agua y hierbas en su interior?

Pues esta maravilla del reciclaje y la decoración por cuatro duros:

Ojo, todo lo que sobre de aquí, al punto limpio:

> Os recordamos nuestro Post Especial Aprende a Reciclar Nivel Dios:

Vida Extra: Cómo reciclar todo lo que sale de tu casa

Una vez tengas dominado el vaciado seguro de bombillas, podrás hacer maravillas lámparas de aceite como estas, llenándolas de este combustible lento del tipo de cuerda necesaria:

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Explora, no te pares aquí. Su entorno también modifica tu creación. Puedes rodear el conjunto de un alambre y de cuerda para crear un efecto rústico que eleve la pieza del suelo y la haga flotar. De nuevo, el efecto es totalmente mágico:
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Un alambre fino al aire también servirá para equilibrar tu bombilla en vertical:
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Pero pudiendo convertir tu bombilla reciclada en un pequeño terrario, ¿no te apetece jugar con tierra y minicáctus, y crear tu micro-ecosistema decorativo?

El resultado es tan espectacular como 100% personal.
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Vámonos al aire. O mejor dicho, a colgar de las ramas. Ni es un pájaro, ni es un nido, ni mucho menos, Superman. Son tus bombillas atadas por hilos o cables resistentes y respetuosos con el árbol o arbusto que las luce. Pueden albergar plantitas, flores, u otros elementos naturales o minerales que se te pasen por la cabeza.

¿De qué las llenarás tú?
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El último ejemplo es una tribu de pingüinos que te recuerdan que también puedes acabar con su transparencia a golpe de brochazo, y convertir las bombillas en toda forma o ser que te recuerde esa rechonchez suya.

Son candidatos a bolas de Navidad. De hecho, serán los robaplanos de tu árbol durante la próxima Nochevieja.
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¡Tachán! ¡Hasta aquí con las bombillas!

Seguro que te has quedado con la copla y ya tienes planes para devolverle la luz (artística) a las próximas que pierdan la suya (en el espacio tiempo).

¿Cómo dices?

¿Que si tenemos alguna idea para reciclar esos vaqueros viejos que el cambio de temporada te pide a gritos tirar?

¡Pues claro que sí! ¡Esto es Reparalia!

Echa un vistazo y reserva tiempo en tu agenda: juntos, vamos a crear los muebles más molones con esos vaqueros tuyos con los que venciste a Tony Manero…
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