Es comprensible que el malestar ciudadano ante los efectos de la crisis se traslade a la calle, como ha sucedido en diversas ciudades. Pero cosa bien distinta es que la protesta se adultere con eslóganes como “No al golpe de Estado financiero”, en directa alusión al golpe de Tejero con motivo del 23-F. Tal paralelismo sólo conduce a la banalización de lo que ocurrió aquel 23-F, cuando el rey y los ciudadanos salvaron la democracia incipiente. Y, lo que es peor, revela que los fanáticos de hoy pueden ser tan destructivos como los fanáticos de ayer.