Por Jon García Rodríguez
En verano siempre me cuesta Dios y ayuda mantenerme informado en los periódicos. Los dimes y diretes consuetudinarios entre políticos desaparecen de las portadas y pasan a ocuparlas los parricidios, filicidios y la sempiterna violencia de género. Por mucho que se esfuerza el periodista en usar eufemismos para que suene menos hiriente lo que escribe, no lo consigue.
Y no se lo echo en cara, porque no existe forma de almibarar lo que está sucediendo este verano. Algunos de los titulares: «Rescatan un bebé de la basura (Madrid)», «Acaba con la vida de sus dos hijas de 9 y 4 años con una sierra radial», «Quema viva a su expareja de 27 años (Las Palmas)», etc. Y la última vesanía: «Los cuerpos de Laura y María han sido hallados quemados y cubiertos con cal viva». Yo no sé si nos estamos volviendo todos locos o por separado, pero me cuesta trabajo encontrar un verano que haya sido tan aciago como este. «Dios no juega a los dados», se dijo una vez. Lo que significa que esto sucede porque hay algo que no estamos haciendo bien.