Por Beatriz Cabello
«Corrupción: uno tras otro»
Cierto o no, me resulta indiferente. Solo sé que una vez más un presunto caso de corrupción vuelve a salir a escena en los medios de comunicación de un país inestable, de un país por el que muy pocos apuestan, ni siquiera sus jóvenes que día tras día marchan lejos de él. Triste pero cierto, en éste instante pocos sueños se pueden cumplir aquí en España y si no, vayan a los aeropuertos, existen más lágrimas de tristeza que de alegría, y es que en el país más soleado de Europa, en el que todo ha ido bien, ahora sólo aparecen nubarrones. Me da igual que vengan por la derecha o por la izquierda. Lo que me da rabia es ver cómo las mentiras y las injusticias se adueñan de España, transmitiendo al exterior una imagen injusta, una imagen que nosotros no la creamos, nos la crean los trajes, los maletines en las gasolineras, los eres falsos… Me da lástima tanta avaricia, cuando muchos lo único que desean es despertar al día siguiente y poder trabajar, para que a sus hijos no les falte nada. Ojalá todos fuéramos conscientes de esta situación, incluidos los que gobiernan España como si se tratase de un monopolio y tal vez así nos vaya a todos un poco mejor.
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Por Luis Fernando Crespo Zorita
«Ética a demanda o cómo banalizar la corrupción«
Venga de donde venga el dinero que se repartían los gerifaltes del PP, no cabe duda de que el objetivo último de los donantes es interferir en el funcionamiento ordinario de las Administraciones en las que gobierna dicho Partido, buscando ventajas competitivas o una situación de privilegio para sus negocios frente a otros competidores o frente a la propia Administración. De tal forma que en las Administraciones españolas para corromperse no resulta indispensable quererlo o tener una voluntad deliberada de cometer este delito. La corrupción se produce sin la presencia de la inteligencia y de la voluntad de los implicados, simplemente, sin esfuerzo, casi apaciblemente, basta con presentarse y asumirse como un engranaje del sistema, estando además satisfecho de ser un buen engranaje. Es lo que nos han confirmado las sentencias como la de Camps, el barullo de la Gürtel y Barcenas, el feo asunto de los ERES, Nóos, las ya casi olvidadas Filesa, Naseiro…
Todos los responsables cuando son sometidos al juicio de la opinión pública banalizan la corrupción en general para relativizar la suya propia, pero en realidad esto exige aberrar de la conciencia moral mínima exigible a cualquier ser humano, creándose la ilusión de que el corrupto controla el proceso completo: sintiéndose invulnerable por su pericia para conjurar los riesgos, porque las consecuencias son intrascendentes, o porque no hay víctimas identificables; y además, al ser descubierto, creerse un ser superior, uno de los miembros más valiosos del grupo, que no puede ser objeto de juicio o crítica por otros, que son inferiores. La falta de motivación para cumplir la legalidad se transforma en indiferencia afectiva hacia los demás, la ética pública se amolda a las exigencias del implicado y los más débiles, los administrados, solo somos meros espectadores. En sentido contrario, para mantenerse al margen de la corrupción sí resulta imprescindible una actitud proactiva, en defensa de la legalidad, por parte de los empleados públicos que no queremos participar en esa actividad deplorable.
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Por Pedro Serrano Martínez
«Recuperar la dignidad«
Quién nos protegerá de tanta indecencia. Quién nos rescatará de esta ciénaga apestosa de corruptos y corruptores. Quién destruirá las cloacas que discurren bajo la aparente normalidad democrática, política e institucional. Quién nos salvará de tanta iniquidad, quién. Solo nosotros podremos salvarnos a nosotros mismos. Nosotros, los ciudadanos de bien somos mayoría y podemos desenmascararlos, arrancarlos del mundo de privilegios que han creado a su medida.
No será fácil expulsar a estos nuevos fariseos del templo, pero estoy seguro de que toda la rabia e indignación acumulada de cuantos nos sentimos afrentados y escarnecidos, logrará hacer frente a tanta rapiña, desgobierno e impunidad. Es hora de arrebatar a estos indecentes, inmorales y aprovechados el espacio mediático y político que están ocupando para dárselo al verdadero protagonista: el pueblo. Es la hora del clamor popular y del compromiso. Es hora de poner orden y recuperar la dignidad de este país vapuleado por la ineptitud y el latrocinio.
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Por J. V. S. P.
«Dimisión ya»
Los últimos acontecimientos, que enfangan a la cúpula del PP, constituye el escándalo de corrupción más grande de la historia de la democracia española. Jamás un presidente del gobierno ha tenido más motivos para dimitir y con él todos sus palmeros. No pueden continuar gobernando un país una banda de impresentables, corruptos y especualdores de lo ajeno. Mientras nuestros jóvenes son ninguneados y despreciados, nuestros niños olvidados y nuestros impuestos despilfarrados, estos corruptos tratan de repartir sus miserias hacia todos los lados, buscando complots donde no los hay.
Nadie va en contra del PP, solo ellos mismos y sus amigos los banquero-empresarios, esos que han estado décadas dándoles bajo cuerda sobres, para que estos despreciables llevaran a España a la situción en la que se encuentra ahora. El pueblo español no puede, ni debe caer en la trampa de los corruptos. Los culpables son ellos y nadie más. No es el gobierno anterior, no son los sindicatos, no son los medios de comunicación. Son exclusibamente ellos, y solo ellos. Dimisión ya.
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Por María de María
«Se puede decir más fuerte pero no más claro»
Ladrones. Sinvergüenzas. Ya no caben paliativos. Estamos hasta las mismísimas narices de ver cómo nuestros políticos se han creído que dedicarse a la política es igual a robar, a disfrutar de privilegios, a recibir dineros negros, a permitir el tráfico de influencias, a colocar personas a dedo en las administraciones, a privatizar sectores esenciales para el conjunto de la sociedad y pasar el negocio a empresas de amigos o familiares, a recortar y deshacer las leyes que reconocían derecho subjetivos como la dependencia, insultar a los ciudadanos que dicen verdades como puños o proponer reformas que amordazan y meten miedo. No, no somos una sociedad tolerante con la corrupción, el fraude y el engaño. No, no queremos más incompetentes sinvergüenzas que vivan a nuestra costa, pero no renegamos de la democracia. Quién busque soluciones de otro tipo, que sepa que se quedará solo.