Pedro Serrano

Este desafortunado dicho parece ser el lema perverso que Rajoy nos aplica sin compasión siguiendo los dogmas y dictados de la Troika. Rajoy es como esos padres autoritarios convencidos de que la severidad con los hijos es la mejor forma de hacerlos personas de provecho.

El señor Rajoy y su equipo de Gobierno se esfuerzan en decirnos que nos fiemos, que ellos saben lo que hacen, que la reforma laboral está dando sus frutos -ya lo creo- y que el resto de las draconianas medidas que están tomando es por nuestro bien. Será por ello que nuestro inefable presidente se empecina, una y otra vez, en provocarnos el llanto bajo el solapado pretexto del amor que nos profesa.

Pero, dado que la mayoría de los ciudadanos no confiamos en sus buenas intenciones y le tenemos mucho miedo a su forma de entender el cariño, le pido encarecidamente, señor Rajoy, que no nos quiera usted tanto. Y, por favor, a ver si algún día es usted capaz de darnos alguna alegría, pues ya no nos quedan lágrimas que derramar.

Para terminar, señor Rajoy, le recuerdo que gobernar un país, al igual que tutelar y educar a los hijos, requiere mucho diálogo, sinceridad, empatía y, sobre todo, estímulos, cariño verdadero, complicidad y cercanía. Virtudes que, para nuestra desgracia, no ennoblecen su triste y displicente figura.

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