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El ‘huracán papa Francisco’

Por Laia Dausà

El papa FranciscoSoy catalana pero vivo en Cerdeña con mi pareja. Hace unos días, el papa Francisco visitó nuestra ciudad y ríos de gente llenaron las calles como muestra de su devoción y apoyo. Los comentarios de la gente dejaban entrever una nueva percepción de la implicación de la Iglesia con la gente. Este miércoles estaba leyendo el periódico nacional italiano La Repubblica cuando he visto un artículo que recogía una entrevista en exclusiva realizada por el director del diario al papa Francisco. Sinceramente, me gustaría ver la cara de algunos miembros de la Iglesia al leerlo y darse cuenta de que sus comodidades y propiedades materiales están en peligro de extinción. Por fin llega un modelo de Iglesia que parece poner en práctica lo que promulga.

Me llamo Francisco… o la coherencia para no ser fariseo

Por Diego Mas

“Me llamo Francisco” se autodenominó el nuevo papa. Y, aun antes de que lo confirmara él mismo, era evidente que se refería al pobrecito de Asís. Ya iba por ese camino antes y ha dado algunos pasos más estos días. Es de esperar que siga por esa senda y abandone también los malos hábitos que se han ido acumulando en el Vaticano, empezando por el hábito blanco, esa presunción de pureza inmaculada, el vestido de los “sepulcros blanqueados”, los fariseos, que Jesús expresamente condenó también por llevarlo. Y prohíba como sacrílego que le llamen “Padre” y “Santo”, pues el mismo Jesús dijo que a nadie había que llamar “Padre” y “bueno”, sino a sólo Dios. Y que renuncie también al “pontificado”, porque el título de “PoPapa Franciscontífice Máximo” romano era el del ingeniero que hacía puentes, y sólo una necia adulación cortesana hizo que se adjuntara al título del Obispo de Roma.

Más aún: eso será sólo un primer e imprescindible paso. Para ser coherente con la sencillez y pobreza evangélica y franciscana, el nuevo Francisco deberá ser también compresivo, como lo era San Francisco y Jesús en cuanto hombre –sin querer locamente imitar sus actos cuando mostraba su divinidad- respetando caritativamente a los demás, todos, mayorías, como las mujeres, o minorías, como los homosexuales. No será como otros, ostentosamente humildes por fuera pero sólo para tapar su soberbia interior, como tantos “piadosos” fariseos. Así no sólo parecerá sino que será otro Francisco, para bien de todos, incluso de los que no comulgan con él.