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Sobre los árboles asesinos

Por Victorino Pastor Mena

El pasado sábado, día 21, un hombre de 38 años murió en el Parque del Retiro de Madrid, al caerle encima la rama de un árbol. Aunque no con consecuencias tan trágicas, se producen continuamente caídas de ramas de los mismos. (Por cierto, de grandes dimensiones similares a las del Retiro). Yo soy testigo de algunas de ellas ya que vivo en zona de muchos árboles.

Lugar del parque del Retiro en el que cayó una rama que causó la muerte a un hombre de 38 años de edad. EFE

Lugar del parque del Retiro en el que cayó una rama que causó la muerte a un hombre de 38 años. EFE

Afortunadamente no tenemos que lamentar desgracias personales, pero ha estado a punto de suceder varias veces. Este hecho se ha puesto de manifiesto en la Junta de Distrito; pero ni caso. Hay que morir, al parecer, para que te crean. Los árboles crecen normalmente hacia arriba. Las podas que hace el Ayuntamiento se limitan a las ramas laterales, dejando las centrales sin tocar. ¿Tan difícil es hacerlo con las grúas actuales? Aparte del peligro de lesiones evitarían que los tejados y canalones se llenen de hojas ya que sobrepasan la altura de los mismos; con problemas de retención de agua por la lluvia, que causan desperfectos en las viviendas.

La expectativa frustrada

Por Ángeles Antón

Nací en la década de los 50, concretamente un año más tarde de que desapareciera la cartilla de racionamiento en España. Entre 1953 y 1959, cuando empecé a tener uso de razón, no recuerdo que en mi familia se diera una especial necesidad, mi padre tenía trabajo y, dentro de un orden, todo era más o menos normal de acuerdo con la época, excepto la falta de libertad. Crecí en un seno familiar cuyos miembros, padres, hermanas, cuñados, etc. eran mucho más mayores que yo, que nací con mucha distancia de años de ellos. Era la pequeña de ocho hermanas y la mayor de las que vivían entonces, tenía 25 años y la más pequeña, inmediatamente anterior a mí, 16.

Siempre escuché de todos ellos la importancia del trabajo para cotizar a la Seguridad Social y asegurar una jubilación.  Según esa tesis, el trabajo nos permitiría vivir entonces y después, cuando ya alcanzáramos la edad del retiro y nuestras aportaciones nos permitieran seguir viviendo dignamente, sin preocupaciones económicas importantes. Hoy, los que no tenemos trabajo, a partir de los 45 o 50 años nos vemos abocados a la máxima exclusión social y al más indigno olvido de nuestros años de trabajo y de luchas por mejorar las condiciones sociales de este nuestro país: España.

Los que nacimos en esa generación, y en gran mayoría tuvimos hijos a los que, en buen número, incitamos a ser estudiosos, poseer una licenciatura que les permitirá ser buenos profesionales, alcanzando buenos empleos adaptados a sus estudios, ciudadanos cualificados, sin problemas para vivir cómodamente, hemos vivido durante años instalados en unas expectativas que eran falsas. Para nosotros y para nuestros hijos.

¿Quiénes han frustrado estas legítimas aspiraciones? ¿Quiénes han reventado nuestras vidas y nos mantienen en una incertidumbre asfixiante que a los mayores nos destierran del derecho a seguir trabajando y a los jóvenes, los que aún tienen oportunidad de encontrar un empleo, éste nada tiene que ver con su sacrificio por el estudio, con su confianza en lo que sus padres les contaron que iba a pasar, si se esforzaban por ser “alguien”? Todo ha sido falso, porque hemos interpretado que “alguien” era quien poseía una carrera y una posición, y en definitiva alguien es una persona, formada en buenos valores de educación, generosidad, solidaridad, libertad y respeto al ser humano, independientemente de sus características.

Muchos millones de personas somos alguien, y quienes nos acosan y desprecian con sus farsas y manipulaciones no son más que títeres que hoy manejan nuestras vidas pero mañana no serán más que un mal recuerdo en la historia de la humanidad.